Marcelino habla con los ojos

Pasadas las ocho y media de la tarde del lunes Marcelino García Toral cogió su coche en Asturias y emprendió un viaje complicado a Madrid. No era una excursión de placer, al contrario. Se dirigía a la capital de España para dar la cara ante todo el fútbol español. Llevaba muchos días esperando ese momento, preparando su discurso con la frialdad de los grandes técnicos.

Veintiocho horas después se sentaba en el estudio de El Larguero con la mirada de un hombre liberado. Estaba muy cansado, triste por tener que dar tantas explicaciones de un tema inexistente, pero feliz porque su honradez ya no la discute nadie. Ni Fernando Roig, con el que habló durante el fin de semana en privado, ni Javier Tebas, que tras charlar con Manu Carreño dejó claro que no hay ninguna sospecha de amaño en el ya famoso Sporting-Villareal del pasado 15 de Mayo.

Marcelino habla con los ojos como hacen las personas que no tienen nada que esconder. Esos ojos que piden perdón por una frase inoportuna, los mismos que se humedecieron un poco cuando Manu le preguntó si piensa volver a El Molinón en breve y dijo que no, que igual no es el momento. Son unos ojos penetrantes que le hacen dormir cada noche con la conciencia tranquila, y que esperan volver a un banquillo de primer nivel cuando aparezca un proyecto apetecible, porque sus números siguen siendo la mejor carta de presentación. Tiene un método de trabajo exigente, bien pulido por Rubén Uría e Ismael Fernández, que cosecha éxitos desde hace más de una década.

Conozco a Marcelino desde el año 2003. SER Gijón tenía un programa pionero llamado Jóvenes y Campeones donde los que soñábamos con ser periodistas deportivos perdíamos el miedo ante el micrófono. Él era el entrenador de un Sporting que había recuperado la ilusión de una ciudad futbolísticamente hundida, pero nos atendía a los guajes de la prensa con el mismo respeto que trataba a los redactores veteranos. En Madrid se ha comportado exactamente igual con todos los reporteros que siguieron su multitudinaria comparecencia.

Antes de terminar la entrevista en El Larguero lanzó un mensaje: “Espero que dentro de un tiempo, cuando volvamos a charlar, no me recordéis este incidente”. Y ya de madrugada enfiló la misma autopista del día anterior pero en sentido contrario, para descansar en su casa con la liberación de haber aclarado muchas dudas.