Fin de la historia
Me enamoré, estaba loca por él. Parecía que el amor se había inventado para mí

Madrid
¿Qué me estás contando? Pero, ¿qué me estás contando? ¡Chica, chica, chica! ¡Pero eso no puedes celebrarlo! ¡Calla, calla, calla, es que me pongo mala de oírlo! Tú luego harás lo que quieras, pero ni se te ocurra ceder. Mira, cuando yo tenía tu edad me ocurrió algo parecido. Me enamoré, estaba loca por él. Parecía que el amor se había inventado para mí. ¿Romeo y Julieta? Dos niñatos aficionados. ¿Los Puentes de Madison? Unos sosos. Respiraba por él, vivía por él. Era magia, pura magia. No, no de Rubén. El otro. Escucha.
En mi caso fue mi madre, pero da igual. En cada familia hay alguien así ¿verdad? No sé por qué, como si fuera un precio que tenemos que pagar. Una especie de multa por extra de felicidad. Mi madre, ¿te lo puedes creer? Entre todos me rompieron el corazón. Todas las historias acaban así. Un día, y justo entonces, cuando yo estaba por completo absorta en la historia, el semáforo se puso en verde, el coche aceleró y se perdió de vista. La voz de la mujer que le gritaba al manos libres se perdió en el aire por la ventanilla bajada. Y yo me quedé allí, en el paso de cebra, sobrecogida. Y un poco fastidiada. Porque acababa de enamorarme. Respiraba por él, vivía por él. Y no sabía cómo demonios acababan todas las historias.




