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Las cuatro caras del mal (Malo 2)

El científico loco: Prometeos modernos

Fotograma de 'El jovencito Frankenstein' (Mel Brooks, 1974), con Gene Wilder.(Twentieth Century Fox)

Madrid

El pasado sábado 3 de septiembre, en nuestro programa La voz, tuvimos el privilegio –o la desgracia– de vernos las caras con el romántico vengador deforme. Un alma torturada y sensible que debido a las injusticias, al desamor y a su propia tragedia vital abraza la maldad bajo una máscara que lo atrapa. Se transformará en villano entregándose al noble arte de la venganza.

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Ahora es el momento de que empiece el experimento. Ponte la bata y prepara el instrumental. No existen los límites. Tienes el poder para crear y Jesús Palacios posee a su vez otro don para convocar con sus sabias palabras a una caterva de eruditos chiflados.

Las cuatro caras del mal (II): El científico loco: Prometeos modernos

“Es uno de los arquetipos básicos del género, que cristaliza definitiva y definitoriamente alrededor de la novela Frankenstein, de Mary Shelley, concebida en la tormentosa velada de Villa Diodati en 1816. Su pecado es creerse superior a Dios y/o a la naturaleza, cayendo desmedidamente en la hibris de los griegos, hasta el punto a veces de enloquecer y no retroceder ante ningún crimen o atrocidad con tal de llevar a cabo sus experimentos.

A menudo perece víctima de los mismos en justa venganza divina, pero convierte también en víctimas a los inocentes que le rodean y a las criaturas con quienes experimenta, transformándolas en monstruos. A medio camino entre el horror gótico, la fábula moral y la ciencia ficción, es un claro representante del trasfondo conservador que subyace en buena parte del género, pero también en todos nosotros.

Vivimos atemorizados por muchas y buenas razones debido a unos avances científicos y técnicos que anteponen cualquier progreso material a la naturaleza moral, ética y espiritual del ser humano y de la sociedad. Desde Frankenstein hasta la clonación o la realidad virtual, los científicos locos siguen entre nosotros.

Victor Frankenstein, convertido en Henry para la versión cinematográfica de 1931 dirigida por James Whale, es un estudiante de medicina obsesionado por crear vida, émulo blasfemo de Prometeo, quien acaba por construir un patético y trágico doble oscuro de sí mismo. Se convertirá en su némesis, arrebatándole a sus seres queridos y arrastrándolo a la perdición en justa venganza por una existencia maldita, solitaria e incomprendida. La metáfora pluscuamperfecta de la hibris, un arquetipo inmortal y un personaje esencial para el género que sigue vivo doscientos años después de su tormentosa creación.

El Dr. Henry Jekyll se convierte en su doble siniestro, el perverso Mr. Hyde, a causa de una droga de su propia elaboración que libera todos sus instintos oscuros y violentos. Creado en 1886 por Robert Louis Stevenson, es otro inmortal del género, metáfora perfecta para la hipócrita doble moral victoriana –que no ha desaparecido hoy–, la cual entraña una pionera excursión al mundo del Ello y el Superego que descubriría después Sigmund Freud. La tragedia que supone descubrir que puede transformarse uno mismo en monstruo asesino a su pesar (aunque con placer) también subyace en el personaje del licántropo, en algunos psicópatas modernos y en personajes pop como Hulk.

El Dr. Moreau, fantástica creación de H. G Wells, protagonista de su novela La isla del Dr. Moreau, publicada en 1896, y digno sucesor de Frankenstein, está empeñado en convertir en seres humanos en bestias a través de sus avances en la cirugía, dando por resultado una sociedad de monstruos patéticos de quienes abusa y a los que mantiene aterrorizados en su aislada distopía isleña, de la cual se ha convertido en dictador.

En plena controversia sobre la vivisección, Wells plantea cuestiones sociales –eugenesia–, científicas –experimentación con seres vivos–, filosóficas ­–la naturaleza del ser– y políticas –la dictadura científica– que todavía hoy son relevantes y no parecen tener solución.

Herbert West, el personaje creado por H. P. Lovecraft en su relato publicado entre 1921 y 1922, Herbert West: Reanimador, convertido en icono popular del género por el filme de Stuart Gordon, Re-Animator (1985), un moderno, desquiciado y absolutamente amoral imitador de Víctor Frankenstein, que en su manía de jugar con la vida y la muerte crea una sucesión de zombis caníbales a cuál más monstruoso. No tiene cualidad redentora alguna y arrastra a la tragedia a todos sin remordimiento.

Fu Manchú, creado por Sax Rohmer en 1913, encarnación absoluta del Peligro amarillo, la gran paranoia occidental del momento, prototipo de todos los supervillanos orientales del universo y de muchos otros que se caracterizan por poner sus soberbios conocimientos científicos al servicio del Mal. Christopher Lee lo interpretó en una popular saga cinematográfica.

Los malos de las novelas y filmes de James Bond descienden todos de él, según confesión del propio Ian Fleming, y más allá de sus implicaciones xenófobas e ingenuidades coyunturales, es un símbolo perfecto de la tecnología, el progreso y la ciencia puestos en manos de dictadores absolutos y sin piedad. Al contrario que Frankenstein y sus colegas no siente remordimiento alguno ni despierta nuestra simpatía o comprensión".

Jesús Palacios

 
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