Después de todo
Comenzó a sentir ese vacío muy pronto, tras la Primera Comunión

Madrid
Comenzó a sentir ese vacío muy pronto, tras la Primera Comunión. Antes había vivido otras decepciones la mañana de Reyes, cuando suspendía un examen y llegaba a casa con excusas, lágrimas y mocos. Pero la decepción de no notar nada tras comulgar, de no acoger dentro a un dios le resultó inconcebible: ¿Para eso tanta preparación? ¿Tanto misterio? Miraba al resto de los niños, y parecían felices, ellas con sus velos de falsas novias, ellos como almirantes sin mar.
Le ocurrió de nuevo con el primer beso, todo saliva y acritud, con el sexo, que le dejaba frío en cuando se despegaban los cuerpos, cuando logró licenciarse, y el alivio de obtener el título superó a la alegría. No le cambió la existencia: solo se hizo más compleja, el trabajo, la nómina, la vida real. No hubo clarines, no se detuvo el mundo.
Desde luego, hubo momentos felices: su boda, el nacimiento del primer niño, del segundo menos, quizás, no sabe por qué. Pero en conjunto, nada se encontraba a la altura de lo que había imaginado, de lo que se esperaba. Con el tiempo, aprendió a no hacerse ilusiones sobre casi nada, a no pensar demasiado. A no pensar en absoluto.
Y llegó, tras una enfermedad con pocas molestias, el momento último, el frío y las sombras.
¿Y esto ha sido todo? pensó,incrédulo. ¿Esto, de verdad, ha sido todo?




