Ma ma ma
Sentados en el suelo, sobre la alfombra del cuarto del niño, Darío y Malena se observan con aire crítico, y se miden como rivales. Frente a ellos, el pequeño Darío, de año y medio, golpea con decisión un elefante azul contra un camión.

Madrid
Sentados en el suelo, sobre la alfombra del cuarto del niño, Darío y Malena se observan con aire crítico, y se miden como rivales. Frente a ellos, el pequeño Darío, de año y medio, golpea con decisión un elefante azul contra un camión. El niño tiene los ojos de la madre, y la frente alta de la otra familia.
- Darío, hijo –dice el padre-, di papá. Di papá, anda, como antes. Di papá.
Su mujer se permite una sonrisa triunfal. Segura de su éxito, suaviza la voz hasta convertirla en chocolate fundido.
-Di mamá, mi vida. Vamos a ver lo bien que dices mamá… a ver, ma… maaaaaa.
El niño la mira y se ríe.
-Le estás manipulando. Si tú lo dices, él lo va a repetir.
- ¿Cómo que estoy manipulando a mi hijo?
-Te digo que antes ha dicho papá.
-Sí, claro, claro, en tu imaginación dice muchas cosas. Es ingeniero ya, en tu imaginación.
-Bueno, no le presiones. Ya dirá lo que quiera decir cuando lo quiera decir.
- Sí: pero lo que ha dicho antes te aseguro que no ha sido papá.
Darío hijo, distraído, ha cambiado el elefante por un cochecito que golpea con idéntico tesón contra el suelo, y parece ajeno a la feroz competición entre sus padres. Luego levanta la cabeza, les dedica una sonrisa fascinante, y con toda claridad silabea: Agua.




