José Luis Pardo: "El malestar también es un negocio y se rentabiliza políticamente"

Barcelona

Ya consiguió ser finalista cuando apenas contaba 23 años y con su primer texto, "Transversales", pero ayer José Luis Pardo se alzó con el premio Alfagura de Ensayo, uno de los más prestigiosos del panorama ensayístico y dotado con 8.000 euros, con un texto, "Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas" centrado en el desmantelamiento del Estado del bienestar y sus consecuencias. Esta mañana en Hoy por hoy con Gemma Nierga, el filósofo madrileño ha ha explicado en qué consiste el "Estado del malestar" sobre el que reflexiona en su premiado ensayo. 

Quizás no esté finiquitado para siempre, pero lo que José Luis Pardo tiene claro es que el Estado del bienestar está profundamente herido y que esos castigos a los que se le ha sometido pueden explicar la actual realidad. "Ha habido una erosión de sus estructuras y un desprestigio que es el origen de este sentimiento de malestar que atraviesa Europa" asegura el filósofo que sin embargo recuerda que no se puede observar el Estado del bienestar solo como bienestar material, "pero cuando disminuye la cantidad de bienes disponibles la gente tiende a pensar que estará mejor si reparte menos". Para Pardo, el Estado del bienestar debe entenderse desde el concepto de bienestar jurídico "no de estar bien sino de derecho a estar bien de acuerdo con un reparto justo".

Ese derecho, ese concepto jurídico, es el que parece haberse erosionado en los últimos años y es que determina, según Pardo, la dignidad o no de la pobreza. "Mientras tengamos derecho a un reparto justo todavía la pobreza puede ser digna, de la otra manera entramos en terreno lindante con la miseria moral". Un terreno que está especialmente abonado para todo tipo de visionarios que ven su oportunidad en esa miseria. "El malestar también es un negocio" recuerda Pardo, "se puede rentabilizar políticamente y eso es bastante preocupante".

Para el catedrático de la Universidad Complutense, sería necesaria una reflexión más profunda a la hora de comenzar con la búsqueda de culpables, esa que ponen su objetivo a los políticos: "hay que recordar que en una sociedad como la nuestra, los políticos los ponen los ciudadanos que votan". Pero tampoco cree que la solución pase por el salto de los filósofos a la arena parlamentaria. "Seríamos peligrosísimos. La filosofía está para plantear problemas, mejor que no nos llamen para buscar soluciones".