Pájaro
Dejó que le abrocharan el cinturón, colocó su mesita en posición vertical como le indicó la azafata y aferró el bolso con las dos manos hasta que le pidieron que lo colocara bajo el asiento delantero

Madrid
Dejó que le abrocharan el cinturón, colocó su mesita en posición vertical como le indicó la azafata y aferró el bolso con las dos manos hasta que le pidieron que lo colocara bajo el asiento delantero. Entonces se quedó sin saber qué hacer con ellas. En los últimos años su piel se había llenado de manchas, pero eran aún unas manos fuertes y válidas, que le habían sacado de todos los apuros y la habían mantenido sin que tuviera que pedir nunca un duro a nadie. Un euro, ahora.
Anunciaron la salida del vuelo. Con un poco de miedo, se santiguó, y miró luego hacia abajo. Quién le iba a decir a ella, en un avión, que aquello era posible y que ella lo vería, a su edad… Pero por un nieto se hacen muchas cosas. No es que no las hubiera hecho por sus hijos, la sangre, había dado, y más les diera si lo hubieran necesitado. Pero aquel nieto... Se había criado a sus pies, mientras hacía los deberes, con un bocadillo de queso en una mano y un lápiz en la otra. Y había crecido por encima de ella tres, cuatro cabezas, y se había ido a Alemania, a estudiar primero, a trabajar después. Ahora la llamaba, abuela, ven, yo te pago el billete, así ves dónde vivo y conoces a mi novia. Y ella volaba, faltaría más, un pájaro entre pájaros, rumbo al norte.




