Puigdemont en Madrid
Algún día, más pronto más tarde, resultará evidente que los problemas no se evaporan, que la ley por sí sola ni resuelve ni disuelve los conflictos políticos

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Madrid
Estuvo Puigdemont en Madrid y explicó sus planes: lo sabido, los compromisos de hoja de ruta, el referéndum sobre la independencia; y lo menos sabido, que quiere un pacto con el Gobierno central sobre dicho referéndum. Parece un hombre convencido, pero al tiempo necesitado de oxígeno.
Pero lo que yo quería subrayar es que ninguna autoridad del Estado central estuvo allí para oírle. Sí los anfitriones, la agencia Europa Press, nada independentista, y los embajadores de siete países europeos, menos independentistas aún. Parecía una función del teatro del absurdo, escrita a medias por Ionesco y por Harold Pinter. Por un lado el absurdo protocolario: los representantes de la administración central del Estado daban la espalda al representante del Estado en Cataluña. Y después, el absurdo argumental: Puigdemont, con su pretensión tan forzada de que España le ayude a separarse de España cordialmente. Y enfrente con una respuesta inservible. Para la insubordinación catalana la ley, de acuerdo, y para el problema político, nada.
Algún día, más pronto más tarde, resultará evidente que los problemas no se evaporan, que la ley por sí sola ni resuelve ni disuelve los conflictos políticos y que las verdaderas soluciones a los grandes problemas no se buscan ni se encuentran, se construyen. La cosa es saber si llegaremos a estas conclusiones tan obvias antes o después de partirnos la crisma.




