Andre Agassi, el hombre que hizo el tenis tecnicolor
Su carisma, su valentía y su ajetreada vida fuera de las pistas hacen de Agassi una especie de reinventor (a su manera) del tenis moderno
Los niños casi nunca mienten, quizá porque sus habilidades sociales aún no están preparadas para hacerlo. La conciencia de decir una cosa que no es verdad para poder sacar beneficio de ello requiere de cierta experiencia. Agassi tenía ocho o diez años cuando engañaba a su padre y perdía partidos con el único motivo de frustrar las ilusiones que su padre había puesto en él.
Dos décadas después de aquello y tras una adolescencia en la que Agassi se boicoteó a sí mismo constantemente (sin fortuna), en algunos pueblos de Albacete la gran mayoría de los niños jugaba con la raqueta de Andre. Posiblemente esa sea una buena forma de medir el impacto de un jugador que trascendía lo meramente tenísitico.
El que ganaba casi siempre era Pete Sampras, era el alumno aplicado que todo lo hacía bien, sin embargo el tenista que levantaba pasiones no era él. La raqueta de Sampras era negra con alguna linea naranja o roja, la de Agassi era negra y amarilla fosforito y casi cada año cambiaba para ser más cantosa y exagerada.
En la pista Andre Agassi no solo fue un talento precoz y un tenista que lo hacía casi todo bien. Pegaba fuerte con la derecha, golpeaba con rabia el revés, sacaba bien pese a no ser muy alto, restaba con unos reflejos de lince y sus piernas tenían más caballos que el McLaren de Alonso, fue el primer tenista total, sin debilidades en su juego. Sin embargo, fuera de la pista sí las había, y lo que era una carrera de ensueño se tornó en un enorme agujero negro.
Con 28 años, desconsolado, divorciado, flirteando con las drogas y después de haber odiado el tenis, Agassi fue capaz de retomar el vuelo. Contrató a Brad Gilbert, que había sido rival suyo años atrás y aprendió una moraleja: para ganar solo hay que ser un pelín mejor que el rival, nada de milagros. Y Agassi explotó.
Ya calvo y sin preocupaciones vivió la mejor época de su carrera en plena madurez. Con más de treinta años ganó dos veces el Open de Australia y siete torneos de los ahora llamados Masters 1000. Se enamoró y alargó su carrera hasta los 36 años retirándose como una de las mayores figuras de la historia del tenis. En su último día, el niño que odiaba el tenis terminó tomando una caja de ibuprofenos para que el tenis no le dejara a él. Quizás no lo odiase tanto.