El día en que al “Pequeño Saltamontes” se le fue la mano
“La crónica negra de Hollywood” recuerda esta semana la extraña muerte del actor David Carradine, protagonista de la serie de televisión “Kung fu” o de “Kill Bill” de Quentin Tarantino, entre otras muchas.
Madrid
El 3 de junio de 2009 David Carradine, de 72 años, se encontraba en su habitación del Swiss Park Hotel de Bangkok. El actor estaba en la capital tailandesa para interpretar un papel en la película “Strech”, una coproducción franco-americana. Quedaban tres días para que el rodaje finalizara y esa noche estaba prevista una cena con el director del film y otros miembros del equipo. Carradine no acudió a la cena y tampoco respondió a las llamadas telefónicas. Cuando el productor acudió a la habitación del actor a la mañana siguiente descubrió que había muerto. El cadáver estaba desnudo colgado de una cuerda en el armario de la habitación, con un cordón de nailon alrededor del cuello y los genitales. Según las fuerzas de seguridad no había rastros de la presencia de otras personas en la habitación. Tampoco había señales de lucha. Las cámaras del hotel no registraron la entrada o salida de nadie de la habitación de Carradine.
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David Carradine era hijo del actor John Carradine al que recordamos de películas como “La diligencia” o “Las uvas de la ira”. A David nunca le gustó ser hijo de un. Viajaba de un sitio para otro con la compañía teatral de sus padres lo que le obligaba a cambiar continuamente de escuela. Tras irse de casa se unió a una comuna hippy; comía de lo que sembraba en sus huertas y probaba todo tipo de drogas. En un principio David no quería ser actor sino granjero y se instaló en el Estado de Vermont trabajando como peón agrícola pero poco a poco los genes artísticos se fueron imponiendo. Lo intentó primero con la música y más tarde probó la interpretación teatral y se unió a un grupo escénico participando en títulos clásicos como “Otelo” o “Macbeth”. Comenzó también a aparecer en series de TV y en algunas películas de poca categoría hasta que en 1971 le llegó su gran oportunidad: Le ofrecieron el papel de un monje tibetano del templo Shaolin que acababa en el far west americano en una serie que se haría mítica: “Kung Fu”.
A partir de entonces Carradine se convirtió en una estrella. En el cine pudimos verle dando vida al cantante Woody Guthrie en “Esta tierra es mi tierra” y en numerosas películas de acción ligadas a las artes marciales como “McQuade, el lobo solitario”. También le vimos a las órdenes de José Luis Borau en “Río abajo” o del mismísimo Ingmar Bergman en “El huevo y la serpiente”. A principios de los años 90 dirigió, protagonizó y produjo una secuela de “Kung fu” titulada “Kung fu: la leyenda continua”. Pero su fama poco a poco se había ido apagando. Hasta que llegó Quentin Tarantino y le dio el papel de Bill en “Kill Bill” que le trajo de nuevo la popularidad.
Así, con una fama recuperada, vivió hasta el día de su extraña muerte en Bangkok sobre la que comenzaron a desatarse toda clase de rumores. Se habló de suicidio y de asesinato pero según la policía tailandesa su muerte se debió a una práctica masturbatoria poco habitual que salió mal. Días después el abogado de la familia Carradine dio una entrevista al periodista televisivo Larry King donde planteó una nueva hipótesis sobre el fallecimiento del actor. Según este abogado, Carradine pudo ser asesinado por los seguidores de una sociedad secreta relacionada con las artes marciales porque éste estaba a punto de revelar sus actividades clandestinas.
Sin embargo la teoría del juego erótico fallido se impuso finalmente, sobre todo cuando un diario tailandés aseguró que Carradine fue encontrado usando una peluca de mujer y que en la habitación del hotel se hallaron fotografías eróticas y lencería roja. Un final muy alejado de las bellas sentencias filosóficas que nos enseñó su maestro en “Kung Fu”.
Antonio Martínez
Lleva más de 30 años en la SER hablando de cine y de música. Primero en 'El cine de Lo que yo te diga',...