Macho man
El Trump que vemos en los últimos días ha comenzado a coger niños en sus brazos y oculta su característico tupé bajo una gorra que recuerda a los comandantes en jefe. Culmina así la encarnación del presidente que añora una buena parte del electorado

Madrid
Estados Unidos es probablemente el país del mundo que mejor conocemos y del que, en realidad, menos sabemos. Las series de televisión nos han descubierto los paisajes y los personajes de un país cuya complejidad y matices no caben en una pantalla.
Así, la campaña es un espectáculo más con una candidata que despierta nuestras simpatía por el mero hecho de poder ser la primera presidenta de los Estados Unidos -con todo lo que ello conlleva- y un personaje que, cuando menos, causa estupor. Es su papel.
El Trump que vemos en los últimos días ha comenzado a coger niños en sus brazos y oculta su característico tupé bajo una gorra que recuerda a los comandantes en jefe. Culmina así la encarnación del presidente que añora una buena parte del electorado: hombre -claro está- blanco -como la próspera sociedad oficial de los años 50- y un macho. Sus comentarios sexistas no son gratuitos. Apelan a la hombría necesaria para gobernar el país.
Hay que recordar que George Bush padre se compró un rancho en Texas para paliar su imagen de alta sociedad del Este. Por lo demás, si gana Trump, los anales nos recuerdan que no sería el primer presidente con trastornos mentales.




