No es política, es sectarismo

Madrid

Al inicio de cada legislatura, los diferentes grupos parlamentarios se ponen de acuerdo para repartirse las presidencias de las distintas Comisiones del Congreso de los Diputados. El problema no reside en que exista ese reparto, sino en que se considera que cada grupo es soberano para elegir a quien quiera para rellenar su cupo. Es decir que si un grupo decide entregar una de las presidencias que le corresponden al caballo de Calígula, los demás se callan y aquí no ha pasado nada. Esta forma de proceder ha hecho un daño enorme a las instituciones, porque ha permitido que accedieran a puestos relevantes personas que no debieron ocuparlos nunca, no porque fueran de un partido o de otro, sino porque estaban faltas de formación o porque eran absolutamente inadecuadas.

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El reparto partidista, no político sino sectario, ha provocado el desprestigio de muchas instituciones de este país. Los responsables de los grandes partidos no parecen haber aprendido nada del enorme riego que ese desprestigio entraña. Ahora se trata de la presidencia de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso, que corresponde nombrar al Partido Popular. Haciendo uso de su pretendido derecho soberano, el PP parece decidido presentar para ese cargo al ex ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, reprobado en su día por el Congreso por conspirar contra adversarios políticos.

La cuestión ahora es que va a hacer el grupo parlamentario socialista. Algunas fuentes dicen que va a respetar el acuerdo, en el sentido de que no presentará candidato alternativo y que en el caso de que sí lo haga otro grupo, se abstendrá. No conviene despistarse: si el PP mantiene esa candidatura y si el PSOE se abstiene, Fernández Díaz será presidente de la Comisión de Exteriores y, una vez más, el sectarismo habrá triunfado sobre el sentido común y la decencia.