El botón rojo de Rajoy

Madrid

Mariano Rajoy tiene todo para ser un político feliz. En España la gente que tradicionalmente odia al PP se ha pasado al odio al PSOE. Y fuera de España, la victoria electoral de Trump le acentúa a él dos rasgos de los que está orgulloso: el aburrimiento y la previsibilidad. Tiene algo más: un botón rojo. Las nuevas elecciones, con las que va a estar amenazando si no se hace lo que el PP quiere hacer. El Gobierno es un Gobierno en minoría que necesita pactos y acuerdos. Pero ese Ejecutivo tiene una grieta importante. Al contrario de lo que le ocurrió a Aznar, el Gobierno de Rajoy ganó las elecciones con mayoría absoluta y luego la perdió. Ha hecho el camino inverso: primero el rodillo, la ruptura de puentes, el aquí se hace lo que yo quiero sin dar explicaciones, y después la mayoría precaria y el "os necesito" para gobernar. Sorprende que ni así el partido del Gobierno opte por un ejercicio de humildad. Ni siquiera fingido.

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En su discurso en la Junta Directiva del PP pidió "certidumbre" y dijo que nadie debería impedir el ejercicio "razonable" del Gobierno. Entendemos por razonable poner al exministro de los falsos informes y el espionaje político a presidir una comisión, y lo que queda. El discurso que dio ayer Rajoy, como sus discursos en la investidura, son los de un hombre que al no ganar la mayoría absoluta, quiere comprarla. Al PP le hace falta algo tan sencillo como dudar y escuchar a otras opciones políticas en algunos asuntos de importancia. Mi impresión es que nunca lo ha tenido tan fácil como ahora: la abstención del PSOE les ha dado el Gobierno, y en lugar de reclamarles para consensuar reformas, se les exige seguidismo recordándoles que les tienen con la mano al cuello. Las formas del discurso de Rajoy mejoran siempre el fondo, que es el mismo que el de su partido: soberbia, aislamiento y, en posición de minoría, chantaje.