¿Se va Aznar?

Madrid

Hay quien dice que Rajoy ha nacido de pie. Que aunque su presidencia del PP y del gobierno le ha costado disgustos y sinsabores, al final el ‘annus horribilis’ de la política española termina con él en la Moncloa, con sus adversarios externos en plena batalla interna y con su gran adversario interno yéndose solito. José María Aznar deja la presidencia de honor del Partido Popular. No estará en el congreso del partido en febrero. Pero ¡ojo!, desde ahora tronará sus filípicas ‘neocon’ desde la Fundación FAES libre ya de ataduras.

Hace tres años ya, cuando nadie relevante de la dirección popular acudió a la presentación de sus memorias dijo: “Si lo que se ha mandado es un mensaje de escenificación o de decisión de una ruptura, se toma nota”. Y la ha tomado. Finalmente se queda solo como militante.

El entorno popular apunta varios detonantes de la ruptura: el deshielo con Cataluña, la política fiscal, otros hablan de desencuentros sobre el modelo de país, pero en realidad Rajoy y Aznar, aunque son muy diferentes de carácter y temple, se han conducido de manera muy parecida en su vida política. Cuando gobiernan en minoría, dispuestos a todas las concesiones con tal de mantenerse: hablar catalán en la intimidad o abrirse despacho en Cataluña. Cuando gobiernan con mayoría absoluta, ignorando a los millones de españoles que no les votaron. Y cuando están en la oposición, ejerciéndola de forma brutal para recuperar el poder: del váyase señor González al usted ha traicionado a los muertos.

¿Será Aznar el Uribe español? ¿Renuncia del todo a la política? Lo que hoy se recibe con alivio en la cúpula de Génova puede ser un dolor de cabeza mañana, si alentado por el triunfo de los republicanos en Estados Unidos y los aires ultraconservadores en toda Europa, Aznar decide hacerse más visible aún en la vida pública española.

Un partido como el PP, que tiene dentro a prácticamente toda la derecha española, del centro al extremo, ha vivido siempre con el temor a que la manta ideológica o estratégica no cubra a todas sus facciones y que en algún momento una escisión potente lo desarbole. Y aunque no ocurra, un Aznar tronante reivindicando las esencias a cada paso puede hacer que se les atragante el alivio de hoy.

Termina el año 2016, que tanta factura le está pasando a los partidos españoles, nuevos y viejos. Parecía que del terremoto que ha sacudido a nuestra política se salvaba el PP. Pues tampoco.