Un mundo cutre
La pena, y el drama, y la vergüenza es que a estas alturas del siglo XXI en un mundo tan hipercomunicado y con un desarrollo tecnológico casi de ciencia ficción aún persistan desigualdades tan brutales

Madrid
Los vecinos de Barbate volverán a concentrarse hoy en señal de duelo y de protesta por la muerte de Samuel, el chaval de seis años que apareció ahogado en una playa del municipio tras naufragar la patera en la que viajaba. Su historia no ha provocado tanto revuelo como la de Aylan porque es verdad que el dramatismo de aquella imagen era imbatible, pero no nos engañemos, representa exactamente lo mismo: es la imagen de un fracaso mundial.
Y para remacharlo Unicef acaba de publicar un dato tremendo: 500 millones de niños viven –o sobreviven- ahora mismo en situaciones de emergencia, ya sea por guerras, hambre, desastres naturales, miseria en definitiva. Los niños como Samuel, o Aylan, y sus padres, y sus hermanos, y sus vecinos…sólo intentan salir de eso: huir de países tipo Siria, Sudán, Etiopía, Yemen, Nigeria, Irak…algunos de los cuales, por cierto, figuran en esa ignominiosa lista negra de Donald Trump que les prohíbe entrar a Estados Unidos.


Bueno, pues lo que hace ahora Unicef es lanzar una campaña para recaudar del orden de tres mil millones de euros, que es mucho dinero, sí…pero con un cálculo muy básico ya se ve que ese dinero no llega para todos. Pero mira: algo es algo. La pena, y el drama, y la vergüenza es que a estas alturas del siglo XXI en un mundo tan hipercomunicado y con un desarrollo tecnológico casi de ciencia ficción aún persistan desigualdades tan brutales.
Somos un mundo moderno, pero también cutre, muy cutre




