Podemos, ante el espejo

Madrid

A muchos les encanta ver a Podemos enredado en su madeja. Les alegra porque ya no les inquieta, porque visto así, enfangado en la más vieja de las disputas, la cuota de poder, Podemos pierde valor como fuerza transformadora. Se alegran por ello, mientras le condenan a todos los infiernos del populismo, del ‘donaldtrumpismo’, del radicalismo y del ‘venezuelismo’. Yo, no. Creo que no comparto muchas de las ideas de Podemos, y digo creo porque aún no he logrado aclararme respecto a lo que son y a lo que quieren ser, pues su mensaje tiene días y es en su conjunto como una tienda china abarrotada de todo. Pero a mi juicio es muy positiva su presencia activa para evitar la siesta política en la que estábamos y a la que tenemos tendencia a volver.

Ahora bien, lo que sí cabe es criticar la inesperada torpeza de Iglesias y de Errejón en la escenificación avinagrada de sus discrepancias. Dirán que estamos en las vísperas de un congreso y que, por tanto, están luchando por ocupar las posiciones ganadoras. Pero eso solo vale si la disputa se entiende, y no es el caso. Parecen personajes de aquella obra teatral de Dürrenmatt, que discutían sin tregua sobre si en el precio del alquiler del burro se incluía o no también su sombra. El teatro del absurdo puede ser artístico, la política del absurdo es solo absurda, y arruina cualquier credibilidad.