Mirar para otro lado

Madrid

A mí me parece normal que en España, donde son legales manifestaciones, homenajes y fundaciones dedicadas a convencernos de las bondades del franquismo, se considere que una ideología es secundaria a la hora de tener un derecho fundamental como el derecho al trabajo. O que se trate de separar siempre la política de cualquier aspecto de la sociedad, como si la política se entendiese sin la sociedad, precisamente. Detrás hay un mantra muy peligroso, que es el de que todas las ideas son respetables. Pero ni todas las ideas son respetables, ni todas las ideas se pueden normalizar, ni todas las ideas caben en democracia, ni todas las ideas tienen que ser asumidas con discrepancia, ni hay que decir -por ejemplo- 'bueno, este es su pensamiento y yo tengo otro' cuando alguien justifica la discriminación o la violencia contra una minoría.

Hasta ahí el ejemplo. La ley protege al nuevo jugador del Rayo para jugar en el equipo y la legitimidad moral ampara a la afición para protestar por ese fichaje. Se trata de darle o no importancia a los valores, de mirar o no para otra parte. Ya se mira suficiente para otro lado en el fútbol, ese deporte misterioso en el que no existen los homosexuales, por ejemplo. Así que en la promoción de la tolerancia en el deporte y de una serie de valores de la Uefa me parece natural que una afición le diga a su equipo que no todo vale. Un trabajador de derechas es un trabajador, un trabajador de izquierdas es un trabajador, un trabajador con simpatías neonazis es otra cosa ya. Uno no sólo es responsable de lo que hace sino de lo que apoya. Por eso, entre otras razones, el presidente de la Liga, el que dijo echar de menos un Le Pen español, dijo que presentaba querella. No se sabe si para proteger al jugador o a sí mismo.