Robin Williams
Madrid
No puedo hablar de una vocación como de la que hablan otros. Al menos no en mi infancia y primera adolescencia. Fue cuando nos trasladamos a California, en el nuevo colegio, cuando se despertó mi interés por el teatro.
Pasado el tiempo, dejé los estudios de política y casi por casualidad ingresé en la Juilliard School en Nueva York, donde por cierto, me hice muy amigo de un ser brillante: Christopher Reeve. Volvió a reir tras su accidente cuando llegué a visitarlo haciendo diferentes voces, de médico especialmente, porque ya había rodado, ya había sido el doctor Hunter.
Pero esa es otra historia, he avanzado demasiado en mi vida sin contar que comencé en comedias teatrales, que pasé por series de televisión, que debuté en la gran pantalla siendo prácticamente un personaje animado y que fue la mía una carrera en la que luché con gran esfuerzo para conservar su personalidad única como humorista y para convertirme al mismo tiempo en un buen actor de carácter.
El drama propio del que comienza con la comedia: que puede que nunca se lo tomen en serio. Y eso que ya había hecho de locutor de radio y también de profesor entregado…pero las voces, los acentos…los papeles hilarantes se graban más y mejor en el recuerdo colectivo.
Mi único reconocimiento de la Academia fue precisamente por un papel no cómico, terapéutico, pero no cómico. Pero claro, había sido voz del genio de la lámpara, había sido padre en un tablero, había sido hasta un niño grande. He hecho tantas cosas…
Pero sé que no solamente debo hablar de trabajo. Lo hice, me gustó, rodé tanto…pero la vida también fue por otros caminos, antes y después de cada rodaje. Mis problemas de adicciones llegaron pronto, casi con el comienzo de mi vida profesional, y luché contra ellas casi continuamente. Hubo superaciones, ingresos y recaídas. Me rehabilitaba y rodaba una comedia. Pero es que la propia vida es también así, ¿no?
Por el medio hubo problemas de corazón, físicos, con operación incluida y el fallecimiento de mi hermano por esta causa, y psicológica, con bastantes sobresaltos amorosos... Aunque a decir verdad, mis relaciones duraron siempre. Me casé tres veces, que son bastantes menos que las veces que lo hicieron otros y probablemente más que la media. El caso es que mi primera mujer era actriz, compartimos película y luego vida y un hijo en común. Una década después hubo una infidelidad con una chica…aquella época fue movida, salieron demasiadas cosas a la luz…
Poco después encontré la estabilidad con Marsha, que casualmente era la niñera de mi hijo. Nos casamos cuando ella estaba embarazada de nuestro primer hijo, mi segundo en realidad. Una relación que duró desde 1989 hasta 2010, así que tampoco es para mostrar que mi vida sentimental haya sido escandalosa precisamente. Tuvimos otra hija y cuando nos divorciamos, el alcohol había vuelto a formar parte de mi rutina.
Una diseñadora gráfica ocupó mi corazón los últimos años de mi vida, creo que supo comprenderme, sé que habló de mí como marido, como mejor amigo, como un hombre que no se había atrevido a contar que padecía Párkinson. Un hombre quizás no preparado para afrontar determinados aspectos más de una vida.
Y es que la vida solo te da una pequeña chispa de locura y no se debe perder…
Adriana Mourelos
En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...