Dobladillo
En mi casa guardaban un enorme saco de retales de tela de los años 60 en adelante

Historias a media mañana con Espido Freire (09/02/2017) - Dobladillo
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
En mi casa guardaban un enorme saco de retales de tela de los años 60 en adelante. De tiempo en tiempo se bajaba para rebuscar entre los trocitos, plegados con primor y fijados con un alfiler, para que las puntas no se desmandaran; y de allí salían vivos para pantalones, vestiditos de muñeca, chalecos, cojines, diademas y horquillas de lazo.
No, en mi casa no se tiraba nada. Ni siquiera cuando comenzamos a comprar la ropa en tiendas, en lugar de llevarla a la modista. Me fui a vivir sola y aún así, me negaba a tirar aquellos jerseys llenos de bolas a las dos puestas, las faldas de paño con brillos, los pantalones cedidos o desteñidos en la lavadora.
Y entonces, todo aquello acabó. No fue de la noche a la mañana, ni tampoco desaparecieron los escaparates luminosos, ni disminuyeron las tiendas. Según avanzaba la crisis, recordé el saco de retales. Las máquinas de coser se rescataron, los dobladillos y las sisas se convirtieron en conversación cotidiana, los cursos de corte y confección en moda.
La ropa ya no sólo se reformaba: se reciclaba. De algunos armarios resurgieron abrigos y vestidos de fiesta de tías y abuelas que, sorprendentemente, volvían a estar de moda, y que se acariciaban como lo que eran, bienes preciosos. Ecos del pasado.
Yo no tiro nada, tengo un cojín de una chaqueta de mi hermana. Tengo una caja con ropa confeccionada a mano que duerme, a la espera de que llegue su momento, y de que como Lázaro, la llame por su nombre, se levante y ande.




