El cómico de alma triste
Robin Williams fue uno de los actores más queridos de las últimas décadas. Sin embargo, en los últimos meses de su vida vivía un auténtico infierno que le llevó a su trágico fin.
Madrid
En otoño del año 2013 Robin Williams rodaba en Nueva York una de sus últimas películas: “El hombre más enfadado de Brooklyn”. Era la historia de un hombre que sufre un aneurisma cerebral y al que le dicen que le quedan, tan solo, unos 90 minutos de vida. Cuando se rodó el film nadie imaginaba, por supuesto, que el reloj vital de Robin Williams ya había iniciado también una inexorable cuenta atrás. Un final que tuvo lugar definitivamente el 11 de agosto de 2014 cuando su cuerpo apareció colgado de un armario. El actor había decidido poner fin a su vida. Parecía imposible porque en el imaginario de todos sus fans Robin Williams se había convertido en algo así como en un amigo que siempre estaba alegre y de buen humor. Robin Williams murió solo y abrumado con un peso en su interior que fue incapaz de superar.
Robin Williams nació en Chicago el 21 de julio de 1951. Su padre era un ejecutivo de la compañía Ford y su madre ex modelo a la que él mismo, en más de una ocasión, describió como adicta a la moda. Sin embargo, ella fue, sin pretenderlo, una de las influencias más importantes en su carrera ya que intentaba hacerla reír para que le hiciera caso.
Fue cuando se mudó con su familia a California cuando se despertó su interés por el teatro y la actuación. Ingresó en la prestigiosa escuela Juliard en Nueva York y después de graduarse comenzó a hacer teatro en San Francisco.
Apareció en series de televisión como “Días felices” o “Mork y Mindy” en donde hacía de extraterrestre. Robert Altman le escogió para interpretar a “Popeye”. Después intervino en “El mundo según Garp” o “Un ruso en Nueva York”, que le hicieron bastante popular. En 1987 consiguió su primera nominación al Oscar por “Good Moorning Vietnam”.
Fueron años de mucho trabajo y de muchos excesos. Williams tenía problemas con el alcohol. También fue un consumidor habitual de cocaína. Era muy amigo de John Belushi. La muerte del protagonista de “Granujas a todo ritmo” en marzo de 1982, debido a una sobredosis, y el nacimiento de su hijo le hicieron abandonar el consumo de esta sustancia. Porque sí, por entonces Robin Williams ya se había casado por primera vez. Fue con la actriz Valerie Velardi de la que se divorció en 1988.
Con su segunda mujer, Marsha Graces, que era la niñera de su hijo y luego se convirtió en productora de varias de sus películas, tuvo otros dos niños más. En 2006 el actor ingresó en un centro de rehabilitación de alcohólicos porque, después de veinte años, había vuelto a caer en la bebida. En Marzo de 2008 Marsha le pidió el divorcio. Un duro golpe que, según muchos amigos, Robin Williams no pudo superar.
En 2009 se volvió a casar con Susan Shneider con la que vivió los últimos años de su vida. Parecía que empezaba una nueva etapa pero Robin Williams comenzó a tener diversos problemas de salud. El corazón le dio un susto y le tuvieron que implantar una válvula aórtica. Poco después empezó a sufrir problemas neurológicos. Tenía síntomas que, en apariencia, no tenían relación: estreñimiento, problemas urinarios, pérdida del olfato, estrés, insomnio…Además, tenía un leve temblor en la mano izquierda, que iba y venía y que se le atribuyó a una antigua lesión en el hombro. Durante la filmación de “Una noche en el museo 3”, sufrió ataques de pánico. Tenía también problemas para recordar los diálogos de sus escenas.
Se pensó que podía tratarse de Parkinson, pero no era así. Robin Williams, según su mujer, tenía ataques de paranoia, alucinaciones, insomnio y fallos Los médicos no daban con el diagnóstico correcto y el actor, mientras tanto, notaba que se iba apagando sin saber realmente lo que estaba pasando
En realidad, Robin Williams sufría una enfermedad poco conocida llamada “Demencia de los cuerpos de Lewy”, una dolencia neurodegenerativa devastadora. No había cura posible. La muerta era inevitable y el 11 de agosto se suicidó ahorcándose en su casa de la península de Tiburón, al Sur de la bahía de San Francisco.
Los restos de Robin Williams fueron incinerados y sus cenizas fueron esparcidas en el océano. Terminaba así la historia de este cómico de alma triste.
Gracias a Robin Williams en “El Club de los poetas muertos” descubrimos que había profesores que enseñaban algo más que simples asignaturas. Que en “Good Morning Vietnam” podía convertirse en el mejor locutor de radio del mundo. Comprobamos como periodistas que tener una entrevista con él, o asistir a una de sus ruedas de prensa, se convertía en un divertido show. A él que era un incontinente verbal le vimos quedarse sin palabras cuando ganó el Oscar por el “Indomable Will Hunting”. Conocimos juegos de mesa, como el de Jumanji, que no se sabe cómo pueden acabar. De un actor aficionado al ciclismo que durante años siguió el Tour de Francia. Del mejor amigo que tuvo el también malogrado Supermán Christopher Reeve al que hizo reír después del accidente que le dejó parapléjico. El actor que nos dejó demasiado pronto, con solo 63 años.
Sucedió Una Noche (19/2/2017): Crónica negra, Robin Williams
09:31
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Elio Castro
Licenciado en Historia del Arte y Máster en periodismo por la Universidad Autónoma/El País. Periodista...