Árboles
Éste es el único momento del año en el que distingo un árbol de otro

Historias a media mañana con Espido Freire (20/02/2017) - Árboles
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Madrid
Éste es el único momento del año en el que distingo un árbol de otro. Estos días, cuando conduzco hacia el trabajo, veo de pronto una mimosa amarilla, con sus flores como pequeños pompones de animadora, o las preciosas flores de los prunos, que asoman antes de las hojas púrpura. Y otros árboles que siguen desnudos, y que elevan sus ramas hacia lo alto, en una petición de ayuda muda y eterna.
Los distingo como si fueran ecos de las clases con don Ramón, aquel maestro medio calvo y con gafas de culo vaso que fue el que me hizo perder la timidez y aficionarme por los libros. Sabía entender a los niños, pero lo que de verdad le gustaban eran las plantas, los árboles y los herbarios. Al menos una vez al trimestre nos sacaba de la clase, y nos soltaba por el montecillo cercano al colegio, para que, con unas redes y unas lupas que nos turnábamos, observáramos el liquen, las cortezas palpitantes de vida, los sépalos temblorosos. Aquella infancia no nos libraba de algún pescozón de otros profesores, pero don Ramón no solía pegarnos. Sí nos reñía con mucha dureza, hasta que rompíamos a llorar y él parecía confuso, y acababa mandándonos de nuevo al pupitre, rojos y humillados porque le queríamos y nos dolían sus broncas.
Veo en esas mimosas un rostro querido, y en esos árboles floridos la mirada miope del maestro. Y echo de menos todo, las clases, el niño que era, el olor de tinta, los calcetines de lana, las primaveras eternas.




