Fred Zinnemann, el director tranquilo
El 14 de marzo se cumplen 20 años del fallecimiento de Fred Zinnemann, uno de los grandes directores del Hollywood clásico.
Madrid
Los turistas que visitan el archipiélago de Hawaii tienen una parada obligada en una pequeña playa cercana a Cabeza de Diamante. Allí se rodó en el año 1953 el revolcón acuático más famoso de la historia del cine. Deborah Kerr y Burt Lancaster se besaban apasionadamente entre olas y arena en la película “De aquí a la eternidad”. Todo el mundo les recuerda a ellos, pero detrás de aquella escena y de aquella película había un hombre: el director Fred Zinnemann.
Sucedió Una Noche (12/3/2017): Fred Zinnerman, 20 aniversario
09:20
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000004491351/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
A lo largo de su carrera Fred Zinnemann ganó cuatro oscar, dos como director y dos como cortometrajista. Dirigió una veintena de películas, con títulos tan significativos como “De aquí a la eternidad”, “Oklahoma”, “Chacal”, “Julia” o “Solo ante el peligro”. En ésta última Gary Cooper logró la mejor interpretación de su carrera. Y es que la dirección de actores era una de las grandes especialidades de Zinnemann. Con él ganarían su Oscar de interpretación estrellas como el propio Cooper, Frank Sinatra, Paul Scofield, Jason Robards, Vanessa Redgrave o Donna Reed. Y con él también debutaron en la pantalla actores como Montgomery Clift, Shirley Jones o Marlon Brando, al que dirigió en su primera película: “Hombres”.
El truco que solía utilizar el director para obtener buenas interpretaciones era adjudicar los papeles a estrellas que parecían la antítesis de sus personajes, sacando de ellos facetas que los propios actores desconocían. Un ejemplo claro lo encontramos con Deborah Kerr en De aquí a la eternidad. Zinneman utilizó su belleza de hielo para despertar el morbo y el interés de los espectadores. “Hasta entonces Deborah Kerr había interpretado a señoras muy distinguidas y muy frías” – explicaba el director– “y yo pretendía que hiciese de ninfómana. Era algo que chocaba con su personalidad cinematográfica, pero yo pensaba que si los espectadores la veían y luego oían a los soldados diciendo que se acostaba con todos los del cuartel no se lo creerían, se crearía suspense y sentirían curiosidad”.
Todos los actores que trabajaron con él destacaban su paciencia y su sensibilidad hacia ellos. Nunca nadie le oyó alzar la voz en un rodaje y era un hombre muy amable y discreto. Eso sí, cuando había que enfrentarse a los ejecutivos de los estudios, no lo dudaba. Harry Cohn, el jefe de la Columbia, tenía fama de ser el hombre más tiránico e irascible de la industria hollywoodiense. Nadie se atrevía a contradecirle. Cohn había decidido que Aldo Ray haría el papel de soldado boxeador en “De aquí a la eternidad”, pero Zinnemann quería a Montgomery Clift para el personaje. Después de una larga discusión el director le lanzó un ultimátum: “Le dije: Creo que es un gran guión, creo que podría hacer una buena película si tuviese a los actores adecuados, pero es tu historia, si quieres a ese actor tendrás que buscarte a otro director. Me fui y se enfadó mucho pero acabó enviándole el guión a Cliff.”
Fred Zinnemann nació el 29 de abril de 1907 en Viena. Era hijo de un abogado y él también se graduó en derecho aunque pronto se dio cuenta de que lo que le gustaba de verdad era el cine. Trabajó como ayudante de operador en algunas películas en Alemania pero, como les ocurrió a Robert Siodmack y a Billy Wilder, también vieneses y judíos como él, el avance del nazismo le hizo escapar a los Estados Unidos. Al principio encontró trabajo en Hollywood como operador y también haciendo de extra en algunas películas. Un día, trabajando en Méjico como ayudante de cámara del documental “Redes” el director cayó enfermo y él se ofreció a dirigirlo. A su vuelta a los Estados Unidos se integró en el departamento de cortometrajes de la Metro, y allí ganaría dos Oscar con sus trabajos. Debutó en el largo con la película “Ojos en la noche”en el año 1942. Su época dorada la vivió en los años 50, sobre todo gracias al éxito de “Solo ante el peligro” y “De aquí a la eternidad”, por la que ganó su primer Oscar como director de largometrajes. Pero también a dramas como “Historia de una monja”,protagonizada por Audrey Hepburn, o a musicales como “Oklahoma”.
A Zinnemann le gustaban las películas con claros y oscuros y en las que el conflicto ocurría en el interior de los personajes. Un buen ejemplo de ello es “Solo ante el peligro”. Zinnemann inventó con ella el western psicológico que chocaba con la tradición del género, haciendo que el protagonista, Gary Cooper, no fuera un héroe típico, sino un hombre que sentía miedo.
En sus cuarenta años de carrera Zinnemann dirigió pocas películas, apenas una veintena de títulos. Tenía por norma solo dirigir aquellos proyectos que le interesaban y en los que se sentía cómodo. En 1966 consiguió su segundo Oscar como director gracias a “Un hombre para la eternidad”, una película histórica que narraba el enfrentamiento entre Tomás Moro y el rey Enrique octavo de Inglaterra.
En los años 70 rodó títulos comerciales como “Chacal”o de calidad como “Julia”. Su última película, en 1983, fue “Cinco días, un verano”, un melodrama romántico ambientado en los Alpes que protagonizó Sean Connery. El poco éxito del film, sumado a las reticencias de las compañías de seguros que, como ocurrió con Billy Wilder o David Lean, se negaban a asegurar sus nuevos proyectos dada su avanzada edad, le llevaron a tomar la decisión de retirarse. A partir de entonces encabezó dentro del sindicato de directores americanos la lucha contra la manipulación tecnológica de la obra cinematográfica, que combatía el coloreado de películas en blanco y negro o las interrupciones publicitarias en las emisiones televisivas de las películas.
Fred Zinnemann falleció el Londres el 14 de marzo de 1997 a la edad de 89 años. Una vida que, como él mismo explicaba, dedicó a contar en imágenes su verdad: “Solo tengo en cuenta una cosa” –decía– “lo que trato de ver es si he llegado a contar la verdad tal y como yo la veo. Si es bueno o malo, no lo sé. Puede ser verdadero o falso pero si puedo contar la verdad tal y como yo la veo, entonces he logrado mi objetivo. Y que la belleza se ocupe de sí misma.”
Antonio Martínez
Lleva más de 30 años en la SER hablando de cine y de música. Primero en 'El cine de Lo que yo te diga',...