El regreso de un mito del cine
El estreno de “Kong, la isla calavera” trae de nuevo a las pantallas a uno de los monstruos más famosos de la historia del cine: King Kong. Vamos a repasar la historia de este personaje tan peludo.
Madrid
King Kong es mucho más que un monstruo de cine. Su imagen decora salones y cafeterías, sirve de atracción en parques temáticos, inspira obras de arte y los pensadores hablan de él como un símbolo erótico y político, con no pocas implicaciones psicoanalíticas. Kong es un icono que por sí mismo representa a la cultura norteamericana como lo son también Mickey Mause, Elvis Presley o Marilyn Monroe.
Sucedió Una Noche (12/3/2017): King Kong, el personaje
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El momento en el que nació el mito tiene fecha exacta: El 2 de marzo de 1933 los espectadores abarrotaban el Radio City Music Hall de Nueva York para ver una misteriosa película cuya trama se había mantenido en secreto hasta el día del estreno. Desde hacía meses una agresiva campaña de publicidad había ido generando la intriga en los cines. La expectación que se creó fue tal que la Metro le propuso a la RKO comprarle los negativos por el doble de lo que había costado la película sin tan siquiera haberla visto.
Los padres de la criatura eran Merian Cooper y Ernest Shoeshadk, dos aventureros que se habían convertido en directores de documentales. Sin embargo esta vez no iba a ser una simple película de aventuras. Iban a contar la historia de una pasión. Sí, porque “King Kong” no es más que una nueva recreación del mito de la bella y la bestia. Los directores encontraron en la actriz Fae Wray a la Julieta de este particular romance. Su habilidad para chillar aterrada era primordial ya que necesitaban un rostro hermoso que llegado el momento pudiera conmocionar al público con su miedo.
El Romeo de la historia tampoco era un galán corriente. Aunque en la pantalla aparentaba unos quince metros de altura, King Kong era en realidad una serie de muñecos de medio metro elaborados con caucho y recubiertos con piel de conejo. Para determinados planos se construyeron a escala real tres piezas: una mano, un pie y la cabeza que desde dentro manipulaban los especialistas para dotar al monstruo de una variada gama de expresiones. Los terroríficos gruñidos del gorila se lograron mediante el efecto de combinar los grabados a un león y a un tigre y reproducirlos al revés.
“King Kong” contenía una serie de innovaciones que la iban a convertir en punto de referencia para el cine fantástico de los años siguientes. Por ejemplo, el alucinante decorado que crearon para ambientar la selva prehistórica sentó cátedra en la dirección artística. Fue también una de las primeras películas en utilizar las llamadas transparencias, películas que se proyectaban como fondo y que solventaron de ahí en adelante el problema de situar la acción en escenarios peligrosos. Las secuencias de King Kong y sus luchas con los animales prehistóricos se rodaron con maquetas, usando la técnica de stop-motion, en la que había que ir moviendo fotograma a fotograma a los muñecos de forma coordinada. El resultado fue una película que mezclaba a partes iguales el terror, la aventura y el romanticismo.
“King Kong” fue un gran éxito de público y casi de inmediato se convirtió en un clásico. No es extraño que pronto la historia original diera paso a varias secuelas. El mismo año 1933 se rodó una continuación, “El hijo de Kong”, producida por el mismo equipo, que volvería a rodar quince años después un sucedáneo: “El gran gorila”. En los años 60 varias producciones japonesas recuperaron el mito en títulos como “King Kong se escapa” o “King Kong contra Godzilla”. Y en 1976 Dino de Laurentis produjo un remake del clásico original que aunque fallido sirvió para lanzar la carrera de Jessica Lange. La película seguía fielmente la historia original aunque, claro, con las debidas actualizaciones. No hay que olvidar que eran los años de la crisis del petróleo, tema que está muy presente en la película, y al final Kong no era abatido en lo alto del Empire State sino en otro edificio de moda por entonces y desgraciadamente ya desaparecido: El World Trade Center y sus torres gemelas.
Peter Jackson tenía 9 años cuando vio en la tele King Kong, la primera versión, la de 1933, y la excitación que sintió le llevó a vivir su primera experiencia cinematográfica. Él mismo se fabricó un gorila de trapo, un Empire State de cartón y filmó una película con una cámara de super 8. Treinta y tantos años después, tras arrasar con la trilogía de “El señor de los anillos” y convertido ya en uno de los directores más poderosos del mundo, se dio el capricho de rodar un remake de aquella película que le hizo dedicarse al cine.
Utilizando los mismos medios digitales que le habían permitido rodar la trilogía de Tolkien, Jackson se gastó en 2005 210 millones de dólares para lograr la versión más espectacular y realista de la historia de King Kong. Pero a pesar de su perfección técnica los mitómanos nos seguimos quedando con la original. Sí, porque a pesar de las muchas versiones, algunos siempre pensaremos que el verdadero y único King Kong murió en 1933, despachurrado al pie del Empire State, víctima de su amor imposible.
Antonio Martínez
Lleva más de 30 años en la SER hablando de cine y de música. Primero en 'El cine de Lo que yo te diga',...
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