Y Rajoy, feliz desde el burladero
A Mariano Rajoy se le debe nublar la vista cuando mira a su alrededor y ve la tropa que le circunda, del banquillo al trullo, pero enseguida se le alegrará la pajarilla cuando observa lo que tiene enfrente

Qué suerte ha tenido, y tiene, el Partido Popular. Es verdad que a Mariano Rajoy se le debe nublar la vista cuando mira a su alrededor y ve la tropa que le circunda, del banquillo al trullo, pero enseguida se le alegrará la pajarilla cuando observa lo que tiene enfrente.
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Podían lloverle los misiles desde la izquierda más o menos extrema, dado el absoluto desastre que vive su partido, enfangado hasta las cejas en la pulpa viscosa de la corrupción, pero apenas si le llegan perdigones que solo acarician la piel de galápago de la que él mismo presume.
La izquierda de más peso, en votos y experiencia, anda como anda, que para qué les vamos a repetir ese pozo en el que voluntariamente entraron el 1 de octubre. Y aquellos pimpollos que ilusionaron a más de cinco millones de votantes con aires nuevos, se han quedado con las ganas de que sus líderes hubieran elegido la eficacia y la política de verdad en lugar de un circo publicitario y frustrante.
Ya en enero de 2016 se vio clara su catadura cuando el gran líder Iglesias boicoteó cualquier iniciativa seria de coalición de izquierdas. Y allí se han quedado, en el reino de la gamberrada. Es ridículo, además de inútil, presentar una moción de censura sin hablarla con nadie.
Lo dicho, Rajoy, sonrisa de oreja a oreja.




