Moción de desconfianza

Madrid

La primera conclusión de anuncio de la moción de censura de Podemos es que es una acción política. En Podemos hay acciones efectistas destinadas al mero consumo propio, como el autobús, y acciones efectistas dirigidas a mover el tablero político. Desde Vistalegre II Podemos ha sido, sobre todo, una performance que ha rozado muchas veces la autoparodia. Es decir, ha habido momentos hasta llegar esta semana a la cima de Irene Montero plantada delante de Hora 25, en que sería muy difícil parodiar a Podemos.

De la moción de censura se pueden criticar muchas cosas pero coloca a Pablo Iglesias en el carril político. En el centro de atención no exclusivamente de los mediossino del Congreso. Y además de una forma muy aguda. Con todos los partidos reclamando las máximas responsabilidades al Gobierno, Podemos ofrece la solución: no digan que ustedes quieren echar a Rajoy sino échenlo.

No es estrictamente una moción de censura. Los partidos que le han dado la presidencia a Rajoy no lo van a echar a los seis meses. Lo que hace Podemos es decirle al PSOE y a Ciudadanos que dejen de criticar al PP como forma de postureo y emprendan una acción real. Una acción real que Iglesias sabe que no van a tomar. De alguna forma les está diciendo que sus ataques son de fogueo, y se arroga la exclusiva de la oposición efectiva a un gobierno por derribar. Por eso digo que no es estrictamente una moción de censura, sino un farol. Y no deja de ser una paradoja que el partido que más recurre a la sobreactuación haya encontrado en ella el camino de vuelta a la política. No va a conseguir nada, es una acción política que nace muerta, pero como mensaje a PSOE y Ciudadanos es especialmente dañino. Intoxica las primarias de los socialistas y deja al aire la supuesta oposición de Rivera a un proyecto de Gobierno del PP que ha nacido hermanado con él.