¿Y ahora qué?

Madrid

La ministra de Defensa ha asumido formalmente la responsabilidad de su departamento en el accidente del Yak 42 en la etapa de Federico Trillo. La resolución firmada hoy sigue el dictamen del Consejo de Estado: admite que no se atendieron los avisos sobre los riesgos de esos vuelos, que no se tomaron medidas que habrían podido evitar la catástrofe, que los militares asumieron por ello un riesgo superior al propio de su profesión militar, y que sus familiares, por esos errores nunca asumidos y por el dilatado procedimiento han sufrido un duelo injustamente intenso. Amén.

La resolución sienta una verdad tantas veces negada y resarce moralmente la memoria de las víctimas y a sus familiares catorce años después. Pero se necesitaría algo más. Por ejemplo, que el soberbio Trillo asumiera esta verdad y pidiera perdón. Y que lo pidiera también el conferenciante Jose María Aznar, presidente de Gobierno entonces que despachó la exigencia de responsabilidades con un “¡Dejen en paz a los muertos!”. Y tampoco estaría mal que hiciera lo propio Rajoy, presidente de un partido que mantuvo al mentiroso en su escaño ocho años y jefe de un gobierno que lo premió después con una embajada de primera.