Equivocados

Madrid

Quizás haya algo equivocado en mí: todos mis buenos recuerdos, todas las memorias bonitas, las viví con personas que me hicieron daño. Lo descubrí hace poco, en la mudanza, cuando al fin logramos vender el piso y comencé a empaquetar los álbumes de fotos. Se detenían poco después de la boda (¿es que alguien sigue elaborando aún álbumes, con el trabajo que daban?), y allí estaba yo, primero con mi padre, sentada en sus rodillas, antes de descubrir qué clase de hombre era. Y con mi amiga Adelita, con la que reía hasta las lágrimas, y que resultó ser una mentirosa, una estafadora, una arpía. Y con mi marido, con quien viví doce años largos, doce curvas cerradas, cada vez más peligrosas, que me dejaba sin aliento con cada beso, como si fuera una adolescente, y que me destrozaba el estómago, como si me lo golpeara, con cada infidelidad.

Con las buenas personas, en cambio, no me he emocionado así. Con mi madre, que era una santa, con mis hermanas, con mi primer novio. Con el buenazo de Antonio, con el que estoy ahora. Cuando desaparezca de mi vida lo veré marchar con pena, pero sin desgarro. No he llorado hasta romperme en hipidos, pero tampoco he amado así, sin miedo aunque sabía lo que me esperaba, no me he sentido así de viva. Elijo mal a mis amigos, escojo mal mis palabras, como si en lugar de explicarme, dieran pistas al enemigo. Hay algo profundamente equivocado en mí, autodestructivo, un trozo de uranio que busca una excusa para explotar...