Tiranía Duterte

Madrid

El Presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, reúne la grosería de Donald Trump, el odio de Marie Le Pen y el instinto asesino de los peores tiranos de la historia de Asia. Su carrera política está jalonada por sonados exabruptos que instigan el machismo y la violencia en los barrios marginales del país.

Uno de los más sonados fue insultar en público a Barack Obama cuando el ex presidente norteamericano advirtió sobre el deterioro de los Derechos Humanos en Filipinas. "Debe ser respetuoso y no sólo lanzar preguntas y comunicados. Hijo de puta, te voy a maldecir en ese foro", aseguró Duterte el pasado mes de septiembre justo antes de partir a Laos donde tenía previsto mantener una reunión bilateral con Obama en el marco de la cumbre de la Asociació de Naciones del Sudeste Asiático. Una cita que la Casa Blanca anuló por el insulto de Duterte.

Este lenguaraz presidente lleva toda su carrera política haciendo gala de su mal gusto. El comentario más desagradable es de 1989 cuando era alcalde de Davao y habló de la muerte de una mujer australiana violada por un grupo de hombre en la zona. "Claro que estoy furioso por la violación. Pero es que ella era preciosa, y tenía que haber sido el primero como alcalde que soy", comentario por el que nunca pidió disculpas.

En junio de 2016, después de veinte años como alcalde, Duterte alcanzó la presidencia de Filipinas después de ganar en las urnas por más del doble de votos al siguiente candidato con la promesa de endurecer la lucha contra las drogas en el país. Su guerra sucia contra el narcotráfico se ha cobrado más de siete mil víctimas en sólo seis meses, según estadísticas oficiales de la policía nacional de Filipinas.

La organización Human Right Watch denuncia que muchas de esas víctimas han muerto en ejecuciones extrajudiciales cometidas por la propia policía o por grupos de hombres armados ("Vigilantes") con vínculos con las fuerzas de seguridad. El director de la división en Asia de HRW, Phelim Kine, explica este domingo en Punto de Fuga que esos crímenes se producen en barrios marginales de Manila.

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Son crímenes en los que la policía altera el escenario del crimen para justificar la acción de los agentes. "Irrumpen en las casas de las familias, los sacan a la calle y los matan. Después colocan drogas y armas en el cuerpo de la víctima y declaran que él intentó disparar primero", explica Kine. La organización reclama una investigación independiente sobre esos asesinatos impulsada desde dentro de Filipinas pero también por sus socios internacionales y Naciones Unidas.