Don Jonathan

Madrid

Y me encuentro mucho mejor, la verdad, desde que me atiende el nuevo médico. Aún se me hace raro que sea tan joven, y que no lleve corbata, pero parece que está preparadísimo y que en pocos años será una eminencia. Y se muestra cercano, y cariñoso, y cuando llega el momento de la exploración ni te enteras, de la pericia que muestra. Solo algo tengo que reprocharle, que es muy desenvuelto. Yo le llamo como me han enseñado, de don. Don Jonathan. Y él Antonio por aquí, Antonio por allá. Y me tutea.

Un día debí mostrarme demasiado transparente y me preguntó si me pasaba algo.

- Nada -contesté-, es que se me hace raro el tuteo -añadí, con prudencia.

- Ah, sí, a mí también se me hace raro que me trates de don.

- Es la forma correcta, ¿no?

Pero no pilló la indirecta, y me dio la receta y otra vez, Antonio, Antonio.

-Antes a la gente de respeto y a quien había estudiado una carrera se le trataba de don.

-¿Tú tuviste la oportunidad de estudiar? -me preguntó, distraído.

- En la universidad de la vida, don Jonathan.

- Esa es la que cuenta, Antonio. Esa es la única importante. Bueno, vuelve en quince días.

Y me encuentro mucho mejor, la verdad, pero me duele el orgullo en un lugar invisible entre las costillas. Mi mujer se ríe, y mis hijos, no digamos. A ella le encanta que la tutee porque le hace sentirse más joven, pero yo no sé. No sé si somos todos tan iguales o no.