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La llamada de la historia

Jacques Cousteau

La llamada de la historia: Jacques Cousteau

La llamada de la historia: Jacques Cousteau

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Madrid

Hay quien dice que no inventé nada...ni tan siquiera admiten que haya enseñado demasiado. Dicen que cuando uno se muere los que quedan empiezan automáticamente a sacarle virtudes. En mi caso, no fue sino lo contrario. Empezaron a repetir sin fin que yo no era biólogo, que ni siquiera era científico, y que lo que había hecho a lo largo de mi vida había sido tan solo espectáculo. Mi hijo escribió mi biografía contando incluso que no traté demasiado bien a los que me rodeaban, animales y personas, y contando también mi vida íntima, que entiendo que a él le afectaba, pero tampoco era necesario...

Así que entiendo que aquí tengo derecho a expresarme, a contar mis inicios en los que entré en la Academia Naval, en los que serví en el Lejano Oriente, en los que entrené como aviador naval...Pero la realidad de mi vida, el origen que me sirvió de base para todo lo que hice después fue una máscara. La que nos permitió respirar bajo el agua sin conexión con la supreficie...¿Que de qué les hablo? De bucear, del mar, de los océanos...En la época de la que les hablo, no era el agua que nos rodeaba un lugar para explorar, ni tan siquiera para visitar.

Tras el descubrimiento, con la ayuda de ingenieros, y una vez pasada la Segunda Guerra Mundial, montamos un lugar adecuado para bajar al mar y para descubrir sus secretos. Incluso me compré un barco, gracias a la ayuda de mi mujer, que vendió sus joyas para ello, y de mi suegro, que invirtió dinero en tal aventura. De hecho, mi primer viaje fue con mi mujer y mis hijos, por los siete mares, en un viaje increíble y pionero.

Fui reinvindicativo de origen, también, porque sentía que había cosas que no se podían permitir, como las investigaciones nucleares, o los residuos radioactivos tirados al mar. Cierto que yo solo tenía ganas y pasión por la naturaleza y por el mar, lo digo para los que me tachan de falto de estudios, pero es verdad también que creé un perfil que considero, era necesario: el de divulgador. El de comunicador que enseña en un idioma comprensible, con un modo de contar las cosas alejado del tecnicismo de los especialistas. Esto se convirtió luego en un perfil común de las televisiones modernas.

Digo televisión porque fue uno de mis lugares, el mar se mostraba en ella a través de mí y de programas y documentales. Hay quien los contó y son más de cien...También escribí libros, casi todos colaborativos, y ahora me entero de que muchas universidades ofrecen cursos de biología marina, en parte gracias a lo enseñado antes, a lo mostrado desde mi barco.

Lo que hice fue tratar de que las investigaciones marinas, que hasta entonces se basaban en material muerto, pasaran a ser algo muy vivo, algo que se analiza prácticamente in situ, algo que se aprende mientras se ve, mientras sucede.

Cuenta mi hijo que le rogué ayuda en un momento determinado de mi vida. Es verdad. Fue a la muerte de su hermano Philippe, que tuvo un trágico accidente. Cuenta también mi hijo que su hermano Philippe era el único que me plantaba cara, y era verdad. Fue la desolación auténtica, la pérdida de mi hijo. La vida me recompensó de alguna manera al tiempo cuando mi segunda mujer se quedó embarazada. Decían que yo era ya mayor para eso, y es que ella tenía más de treinta años menos que yo, pero para mí, esta historia y mis nuevos hijos fueron un gran consuelo.

En el proceso de herencias y peleas diversas entre las que denominan mis dos familias, ahí no querría entrar. No son dos familias, todos son mis hijos. Pero sé que hay bastante lío. Unos tienen el Calypso, otros han heredado la pasión por el mar, como Alexandra, mi nieta. Dijo de mí ella que era yo un hombre de otra época y que así debo ser juzgado, no con los valores actuales.

Jacques Cousteau junto a su hijo Jean Michel, en el Amazonas / El Mundo

Adriana Mourelos

Adriana Mourelos

En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...

 
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