Los diferente son los otros

Hay que celebrar esa naturalidad pero no hay que pensar que hemos llegado al final de algún camino: se está recorriendo sólo el principio. Madrid no es todavía la mayor parte de ciudades y pueblos de España, de hecho Madrid suele ser el destino de muchos vecinos de esas ciudades y pueblos que quieren vivir su amor en libertad y sin estar sujetos a escrutinio, en el mejor de los casos. Dicho lo cual, lo que ocurre desde hace unos años en España respecto a la diversidad sexual merece una fiesta como ésta. Para disfrutarla y para recordar qué supone algo así para muchos españoles que todavía no han entendido nada y muchos países en los que esto es una fiesta directamente extraterrestre. En Madrid se ha logrado, en el día a día, lo más importante: invisibilizar el amor LGTBi. Incrustarlo en el paisaje y no distinguirlo de otro. Para quienes sí lo señalan, lo golpean y lo persiguen se les debe de reservar el miedo. El miedo que durante años han tenido y aún tienen en según qué circunstancias gays, lesbianas y transexuales debe de ser el miedo de los homófobos al salir a la calle y querer expresarse en libertad. Que se sientan diferentes, porque ellos sí que lo son, y que sientan miedo de expresar su homofobia; que dejen de correr detrás, y que empiecen a correr delante. No por amenaza física, sino ambiental: esta ciudad ya no está hecha para los que la ocuparon durante décadas creyendo que la política, el amor y la libertad tenían el significado que ellos querían darle.