Imposible normalidad

La coalición Junts pel Sí y la CUP presentaron ayer, primero en una sala del Parlament, y después en el teatro Nacional de Catalunya, con asistencia del president de la Generalitat, Carles Puigdemont, la ley del Referéndum de Autodeterminación, con la que se supone que se organizará la votación del 1 de octubre.

El objetivo de los dos actos, estrictamente de partido, no institucional, puesto que no participó una parte muy considerable de las fuerzas políticas catalanas, era transmitir una impresión de normalidad democrática pero eso es, precisamente, lo que resulta imposible de alcanzar. No puede ser normal un referéndum que no está reconocido ni por la ley del Estado ni por el derecho internacional. No puede ofrecer garantías un referéndum cuya legalidad no es aceptada por una parte significativa de los partidos presentes en el Parlamento catalán y, sobre todo, un referéndum del que ya se sabe que una parte considerable de la población llamada a votar no lo va a hacer porque no cree que sea una convocatoria legítima.

Todo eso está ahí, por mucho que se quiera ignorar. Nadie en Cataluña puede pensar que el resultado de ese referéndum sea un “no” porque para que existiera esa posibilidad, por remota que fuera, tendría que exigirse un nivel mínimo de participación y los grupos políticos partidarios del no tendrían que pedir a sus electores que acudieran a las urnas. Nada de eso va a pasar. Es decir, que en ese referéndum, caso de celebrarse, no existe más que un resultado posible. Y eso es algo absurdo democráticamente.