"No hay voluntad política contra el hambre"
El periodista y escritor pone el foco en los alimentos mundiales y en el hambre mundial
Madrid
Cada lunes nos acercamos al hambre. El hambre como concepto, como palabra y sobre todo como realidad. En ese viaje nos acompaña Martín Caparrós, autor de El hambre, junto a Macarena Berlín, en el segundo tramo de Hoy por hoy.
Martín Caparrós: 'Lo que hay es menos proporción de hambrientos en el mundo comparado con la población total'
26:18
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000004669021/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
"¿Se imagina cómo es una vida hecha de días y más días sin saber lo que va a comer mañana?", recita y lanza, a la vez, el periodista y escritor argentino. Hoy, Martín Caparrós continuará hablando del hambre, pero en esta ocasión será para abarcar el tema de la miseria, la desgracia ajena y, sobre todo, pelear contra la degracación de las palabras. "Que millones de personas pasen hambre deberían significar algo, causar algo, producir ciertas reacciones". Pero, en general, las palabras ya no hacen esas cosas.
La pregunta está clara: ¿Cómo evitar caer en esa perversión del lenguaje? Eso que algunos llaman "pornografía de la miseria". Caparrós adelanta que aquello fue algo que le preocupó mucho cuando empezó a escribir El hambre, sobre la vivencia que tuvo en un pueblo de Níger, cuando trabajaba para el Fondo de Población de las Naciones Unidas. Allí conversó con una señora a la que preguntó qué comía: "Una bola de mijo", le respondió, haciendo referencia al cereal que crece en sus tierras. Lo acompañan con agua, leche, alguna hierba y forman con ello una bola. "Tenía miedo de ese efecto pronográfico del relato de ciertas miserias extremas".
África es el lugar donde no sólo hay más personas hambrientas que hay en el mundo (casi la mitad), sino que además allí el hambre crece y hay más hambrientos ahora que hace 15 años, "cosa que no sucede necesariamente en otros lugares del mundo". Es decir: ¿La curva del hambre es ascendente en África, por ejemplo, y en otros lugares es descendente? "Lo que hay es menos proporción de hambrientos en el mundo comparado con la población total", contesta Martín Caparrós. La población del mundo ha crecido bastante en estos últimos años y la cifra de hambrientos se ha mantenido más o menos estática, "entre 800 y 900 millones", añade.
Atendiendo a este hambre estructural, aparece la pregunta del millón o, como matiza Caparrós, "la pregunta de los 800 millones": ¿Se puede acabar con el hambre sin acabar o por lo menos reformar nuestro sistema económico? La respuesta es pura especulación. "Mientras se mantenga este sistema de intercambio internacional en el cual los países ricos extraen las riquezas de los países más pobres, no va a cambiar nada".
El maíz, el trigo, la soja y el arroz es casi el 70% de lo que todo el mundo come todos los días. La base de la alimentación de todo el mundo. "No hay voluntad política contra el hambre". La FAO lleva muchos años diciendo que tiene un plan que con 35 mil millones de dólares al año, durante unos diez años, acabaría con el hambre urgente en el mundo. "En diez años no llega a ser un tercio de lo que le dio Estados Unidos a sus bancos, por no hablar de la Comunidad Económica Europea o el gobierno español a sus bancos". En la zozobra de la incertidumbre, el hambre flota a la deriva mientras los marineros, débiles, reman por sobrevivir.