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Chistemalismo

Todos los viernes el filósofo Javier Gomá invita a los oyentes a reflexionar sobre la definición de un concepto

El filósofo Javier Gomá en los estudios de Cadena Ser. / Cadena Ser

Madrid

Cuando la realidad se pone demasiado seria, llega a ser verdaderamente invivible y en estos momentos no nos queda más remedio que frivolizar un poco. Por pura supervivencia.

La última palabra de Javier Gomá: Chistemalismo

03:17

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Ante alguna adversidad y en especial ante la muerte, seriedad superlativa, se dispara con frecuencia la risa porque riéndonos desafiamos el imperio absoluto de la realidad y derramando unas gotas de liviandad sobre ella la hacemos otra vez humana. ¿A quién no le ha dado un ataque de risa en el momento más inoportuno? Veamos en ello un ejemplo de cómo el totalitarismo de la muerte, que puede llegar a ser aplastante, es neutralizado por el sano relativismo del humor.

Teniendo presente eso, puede calcularse la magnitud del delito que comete el aguafiestas, especializado en espantar esa frivolidad, esa liviandad y ese sano relativismo, y en perjudicar, en consecuencia, nuestra capacidad de supervivencia y adaptación.

Dicen los versos de Garcilaso de la Vega respecto a uno que contempla a lo lejos: “Llegarme quiero cerca con buen tiento/ y ver, si de mí fuere conocido, si es del número triste o del contento”. Que no nos falte nunca este tiento para unirnos al número de quienes contentan la vida y esquivar, en cambio, al de aquellos otros que sólo nos dicen las viejas tristezas. “Aguafiestas, por favor, ¡abstenerse!”

Y ahora quiero presentaros un método peculiar de humor que es particularmente recomendable como método educativo. Imagino que no faltan sesudas disertaciones de prestigiosos estudiosos acerca del humor como herramienta pedagógica. Pero el método que os sugiero supone un claro progreso sobre las más avanzadas técnicas hasta hoy conocidas en el mundo. Me refiero al método innovador del “chiste malo”.

Un chiste malo es lo contrario de una broma pesada. En la broma pesada el bromista se ríe a costa del oyente que la sufre, mientras que quien se ríe en el chiste malo es el oyente, y no del chiste, pues carece de gracia, sino de quien lo cuenta.

Si el contador del chiste es consciente de que se reirán a su costa, si incluso busca ese efecto, entonces el chiste malo es una modalidad de autoironía y la autoironía, querido oyente, es algo muy indicado para quien educa, porque suaviza el comprometido ejercicio de la autoridad.

 

 
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