Cuando Eric Clapton salió del infierno
Este mes de agosto se cumplen 25 años de la edición del mítico directo del músico inglés en la MTV
Madrid
La vida de Eric Clapton se puede dividir en dos partes. Dos mitades de una vida separadas por la trágica muerte de un hijo. Una mañana de la primavera de 1991, Conor -el chico de cuatro años del músico- se precipitó de un piso 53 mientras limpiaban las ventanas del apartamento en el que vivía junto a su madre en Nueva York. Al día siguiente del accidente, Clapton tuvo que ir a reconocer el cadáver del niño. "Fuera cual fuese el daño que hubiera sufrido en la caída, para cuando yo lo vi habían devuelto cierta normalidad a su cuerpo. Mientras miraba esa hermosa cara en reposo recuerdo que pensé: éste no es mi hijo, se parece un poco a él, pero él se ha ido", escribe el músico en sus memorias.
Hasta ese momento de su vida, Eric Clapton era un virtuoso de la guitarra, un músico de enorme talento que siendo un adolescente había visto Londres cubierto de pintadas que proclamaban "Clapton is god". También era un drogadicto salvaje que llevaba años sumergido en alcohol, cocaína y heroína. Una combinación que lo había convertido en un mal bicho, en un ermitaño que vivía por y para sus vicios. La muerte de Conor fue un golpe enorme para el músico, que en su biografía recuerda con dolor como estando con el pequeño solo contaba las horas para devolverlo a su madre y volver a sus vicios. Pero la muerte del niño lo cambió todo y colocó al músico en una encrucijada. O encontraba un motivo para vivir y dejar esa vida o seguía el sendero que lo llevaba directo al infierno por el camino más corto. Y el músico inglés, hundido y deprimido, encontró fuerzas para dar un giro al macabro guion que habían compartido tantas otras estrellas del rock. Y Clapton salió del infierno abrazado a su guitarra. Dejó de beber y de drogarse. Lo dejó todo y lo hizo para siempre. Volvió a grabar y a sentir la música, a amarla estando sobrio. Poco después de aquel trágico golpe, el músico firmó una de sus canciones más eternas, su recuerdo a su hijo, el emotivo Tears in heaven, que apareció en la banda sonora de Rush.
Aquello que dicen de que lo que no te mata de hace más fuerte se cumplió en el caso de Clapton. La muerte de Conor fue el punto de inflexión en la vida y carrera del británico, que en agosto de 1992 regresaba a las tiendas con su Unplugged de la MTV, un concierto acústico en el que Clapton recorría su carrera y recuperaba algunas de sus canciones favoritas de blues. Aquel directo supuso una nueva inyección de vida tanto en la carrera como en los ánimos del músico. Un enorme éxito que se convirtió en uno de los directos más vendidos de todos los tiempos. Aquella tabla de salvación en acústico reflotó la carrera del guitarrista que unos meses después se llevó a casa tres premios Grammy por aquella grabación.
Aquel disco acústico, que vendió más de 20 millones de copias, sigue manteniendo su fuerza 25 años después de su publicación. Es un disco diferente que se aleja del sonido potente y enérgico de la guitarra de Clapton y que muestra otra cara, un lado más íntimo y más sutil en el que se aprecia, en cierto modo, el dolor que sentía el músico en esos momentos de su vida. Canciones como Layla, Walkin Blues o Hey Hey pierden fuerza, pero resultan más cercanas. Aunque la verdad es que aquellas composiciones no eran canciones como tal, eran analgésicos para el alma, flotadores para la tormenta. Unplugged no es el mejor disco del inglés ni si quiera está entre los más destacados de su larga carrera pero sin duda fue el más importante, el que divide su vida en dos mitades. El punto de inflexión que marcó su salida del infierno.