Wagner en el Pirineo
Escuchamos uno de los fragmentos más conmovedores de la última ópera del compositor alemán, que situó en las montañas de Cataluña
Madrid
La última ópera de Wagner, en la que desarrolló todas sus ideas sobre el arte musical, empieza en Cataluña. En concreto, en el (ficticio) monasterio de Montsalvat, donde los caballeros del Grial viven en hermandad, inmortales, gracias a los efectos de la reliquia que custodian: el cáliz de Cristo. Pero la comunidad de monjes guerreros tiene un problema: su rey, Amfortas, ha perdido su otra reliquia (la lanza de Longino) a manos de sus enemigos, que además le han herido con ella. La vergüenza, y el efecto debilitador de una herida que nunca se cierra, por haber sido causada con el arma que atravesó el costado de Jesús, hacen que Amfortas no quiera celebrar ya la misa que da a los suyos la vida eterna...
Este es el comienzo de Parsifal, el "festival escénico sacro" (como lo denominó su compositor) que Wagner tardó 25 años en componer, y que estrenó un año antes de morir. Su música refleja el dolor extremo, asimilable al de Cristo -según Wagner- que vive el rey Amfortas, y la magia y la mística de la partitura alcanza uno de sus momentos clave en el fragmento que escuchamos: la entrada del joven Parsifal al castillo del Grial, un edificio que sólo admite a los puros en su interior. Como dice a Parsifal su interlocutor, el caballero Gurnemanz, en ese viaje al castillo "el tiempo se convierte en espacio"; una sensación que la música trata de evocar...
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