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Festival San Sebastián | entrevista

La Sevilla del siglo XVI es muy actual

Entrevistamos al director Alberto Rodríguez y al guionista Rafa Cobos, responsables de 'La Peste', serie de Movistar Plus presentada en la sección oficial en el Festival de Cine de San Sebastián

Paco León, durante una de las escenas de La Peste / MOVISTAR +

San Sebastián

Después de Grupo 7, La isla mínima y El hombre de las mil caras, Alberto Rodríguez y su guionista Rafa Cobos se han lanzado a la televisión. Movistar Plus les ha abierto las puertas para rodar una ambiciosa serie ambientada en la Sevilla del siglo XVI, protagonizada por Paco León. La Peste es además la primera serie en presentarse en la sección oficial del Festival de Cine de San Sebastián.

Televisión | 'Vergüenza' y 'La Peste': las series de Movistar para cambiar la ficción española

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Sorprende una serie de televisión en España tan sucia y tan oscura, es como si tocaras la mugre, ¿cómo ha sido el trabajo de iluminación?

Alberto Rodríguez: El director de fotografía Paco Estévez compró un libro, una edición inglesa, sobre cómo se iluminaba en las casas, una especie de historia de la iluminación. Ya no se puede ser más meticuloso. Y realmente, la gente veía casi sin luz. Estamos mal acostumbrados a cómo debían ser las calles por la noche, eran super peligrosas. No se veía nada, había una ordenanza municipal que te decía que tenías que iluminar tu fachada, pero eso no lo hacía nadie, igual que lo de prohibido aparcar en zona de carga y descarga. Y entonces, una vez se ponía el sol, las calles se convertían en algo terrorífico, en las que no había luz por ninguna parte. Es un riesgo pero no respetar esto nos parecía que iba en contra de la serie.

La Peste es una de las ficciones más esperadas de la nueva ola televisiva, ¿da vértigo? ¿Sentís esa responsabilidad sobre los hombros?

Alberto Rodríguez: Empezamos con ese perfil bajo de un producto para televisión que luego fue creciendo y también nuestro interés en la serie y en la historia en paralelo. No me importa asumir la mochila que nos han puesto, pero con lo que ahora mismo cargamos no tiene nada que ver con lo que nos dijeron al principio. Eso seguro. Estoy bastante contento del trabajo hecho y cómo se se ha hecho. Si puede servir par algo es para abrir la puerta a que se produzcan otro tipo de historias. Hay gente suficientemente preparada para abordarlas. La única presión al rodar era esa, pensar que estábamos abriendo una pequeña puerta para que otra gente pueda entrar a contar otro tipo de cosas.

En la serie hay muchas referencias más allá de lo audiovisual, está toda la tradición literaria del barroco, la pintura sevillana, ¿ha sido más difícil que en otros trabajos todo el proceso de documentación?

Alberto Rodríguez: La fundamental es que de pronto abordábamos tres películas, casi cuatro. El volumen de trabajo se ha vuelto una cosa descomunal. Y en mi caso, que soy primero guionista y luego directo, siempre me pasa que me pongo a escribir como cualquier otro, con mucha alegría, y cuando el director se da cuenta de lo que ha escrito junto al otro guionista, se pregunta: todo esto cómo lo vamos a hacer. Cómo vamos a contar todo esto que hemos escrito aquí. Esa es la gran limitación cuando dijimos dónde está la Sevilla del siglo XVI. Ahora mismo no hay ninguna calle en la que podamos ponernos a rodar. Prácticamente todo ha sido construido o remodelado. Ahí ha venido buena parte de la dificultad, el aguzar el ingenio para poder reflejar esa ciudad de una manera u otra.

Decía David Simon "que se joda el espectador medio" cuando se le preguntaba por sus pilotos nada convencionales, algo que comparte vuestra serie, ¿hay algo de eso?

Alberto Rodríguez: Yo, de partida, estáis todos invitados. No pensaría en nadie que no quiera ver esto, es interesante. Lo que sí es verdad es que, dentro de las cosas que más nos han maravillado, fue cuando nos paramos y dijimos: estamos pensado como una persona del siglo XXI y lo tenemos que hacer como una del siglo XVI. Es otra manera. A la mujer no se la veía de la misma forma, a los niños tampoco, ni uno mismo se consideraba del mismo modo porque estaba ahí siempre Dios para verle, protegerle y hacerle de juez. Todo es distinto. En eso momento, las cartas y las reglas del juego cambian. Eso es lo que te dice el capítulo 1: cuidadao, vamos a jugar con esta baraja. A partir de aquí, si quieres juega a este juego pero esta es la baraja. No es un cuento de hadas ni va a ser especialmente dulce, pero es muy interesante. Es entrar en formas de pensamiento que hay momentos que te descolocan. Por ejemplo, un héreo pegándole azotes a un niño es una cosa muy rara pero sale, y un par de veces.

El director Alberto Rodríguez (d) y el co-creador y guionista Rafael Cobos

El director Alberto Rodríguez (d) y el co-creador y guionista Rafael Cobos / Javier Etxezarreta

Rafa Cobos: Un muerto en el final del primer capítulo no es ortodoxo. Pero consideramos que había que generar la convención, había que darles las nuevas normas, las instrucciones con las que se iba a jugar esta serie muy despacio. Tenemos un primer capítulo para que el espectador entre en la ciudad, en ese discurso paralelo del thriller para que cuando acabe sepa que va a tener muchas cosas.

Una de las cosas que más vemos en la serie es la pobreza y las diferencias de clase en una Sevilla con barriadas a las afueras como las grandes metrópolis actuales, ¿por qué?

Alberto Rodríguez: Se nos ocurrió que hubiera un cinturón fuera de la muralla porque tiene la misma lógica que buena parte de las grandes ciudades del mundo que tienen ese cinturón de pobreza alrededor. Recuerdo que fue un debate, estuvimos hablando con un montón de catedráticos de historia, y algunos nos decían "eso no puede ser", y otros decían "seguro que sí", y luego nos llamaban los primeros para decirnos "oye, creo que a lo mejor sí lo había", porque tiene lógica. En realidad, lo que hay en 'Rinconete y Cortadillo' es la historia de dos tipos que se lanzan al nuevo mundo y, cuando llegan, se quedan completamente fascinados con la ciudad que ven.

La Sevilla del Siglo de Oro era una ciudad de pobreza, pero también de mucho esplendor y poder, ¿qué ha pasado en Andalucía para que ese papel de liderazgo político y comercial lo ocupen otras regiones de España, como Cataluña?

Alberto Rodríguez: Fueron varias cosas. En primer lugar, el río, que era muy difícil subir los barcos a Sevilla, era mejor desembarcar en Cádiz. Pocos años después del momento en el que se sitúa la serie hubo una oleada de peste que diezmó la ciudad a la mitad, literalmente, la mitad de la población murió. Creo que es la mezcla de todo.

Rafa Cobos: Son problemas actuales: nueva industria, se queda un porcentaje insignificante del oro que pasa por allí,se persiguen pensamiento paralelos como los protestante, que son casi el origen del capitalismo, el río... Ese imperio insostenible, porque no eran capaces de hacer frente a tanto gastando tanto.

Alberto Rodríguez: La fundamental es que el dinero pasaba, pero no se quedaba.

¿Por qué Sevilla para contar esta serie?

Rafa Cobos: El siglo XVI es el clima del imperio español, sobre todo en Sevilla que es la ciudad que hace de eslabón y ostenta el monopolio del comercio con las Indias, y por tanto la promesa del oro y el oro estaban allí. De modo que la corrupción política estaba, el rufianerío estaba... Era el momento perfecto para contarlo. No hacerlo era un delito.

Alberto Rodríguez: Una cosa que me pareció alucinante de la ciudad es que era una especie de lanzadera hacia un nuevo mundo, sin explicaciones además. Yo creo que los que salían en barco sabían menos de lo que saben ahora los que salen de expedición a Marte, que tienen un montón de conocimientos. Aquí había gente que se iba vete tú a saber a dónde, a buscar ciudades de azúcar o El Dorado.

Entre las referencias actuales está la emigración y los refugiados

Rafa Cobos: Hombre, joven, buscando dar el salto a hacerse rico o bien quedarse con todo lo que hubiera ahí, de la riqueza. Se convertían así en pianes, rufianes...

¿Qué más conexiones con la actualidad ofrece La Peste?

Rafa Cobos: Buscamos que hubiera esa interconexión entre el pasado y el presente. Existía la inmigración y la inmigración ilegal, la corrupción policial, política y la especulación, la gentrificación... El propio tratamiento que se le daba al enfermo de peste: se le echaba del centro y después esas casas se recompraban y se vendían por el doble. Una serie de elementos que están y estuvieron vigentes. Hay un paralelismo muy real entre lo que fue y lo que somos.

 
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