'Blade Runner 2049': explotación, lucha de clases e incomunicación
La cinta de Denis Villeneuve protagonizada por Harrison Ford y Ryan Gosling se estrena este viernes
Madrid
Hace tiempo que dejamos de hacernos preguntas filosóficas. La filosofía no está de moda, hasta el gobierno la ha quitado del plan de estudios. Basta abrir los periódicos, poner la radio, encender la televisión o entrar en las redes sociales, para advertir que necesitamos volver a preguntarnos muchas cosas, entre ellas, qué nos hace humanos. Por eso es curioso, que en tiempos revueltos y de cambios, se estrene la secuela de una de las películas que más ha ahondado en esa cuestión: Blade Runner.
La original, la cinta que Ridley Scott estrenó en 1982, basada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick, y protagonizada por Harrison Ford, abría el debate moral de la creación, a través de la ingeniería genética. Para Ridley Scott, lo que diferenciaba a humanos y replicantes era la capacidad de emocionarse y de sentir empatía por los otros, aunque eso se le fuera de las manos cuando los replicantes sentían y vivían los recuerdos implantados.
En esta secuela, que procude Ridley Scott, pero que dirige el canadiense Denis Villeneuve, la pregunta sigue siendo la misma; las respuestas mucho más abiertas y actuales. Ryan Gosling es un nuevo agente, un replicante al servicio de los humanos, en un planeta agotado de recursos después de un apagón y de una reconstrucción. Los replicantes solo se fabrican de manera controlada y para el beneficio de los humanos.
Villeneve es un director poco común. A su dominio de la dirección -que en Blade Runner es apabullante-, se suma su capacidad de dar profundidad a cualquier historia que tenga entre manos. La tenía Prisioneros, por supuesto Sicario, también Incendies y la hipnótica Enemy. En Blade Runnrer propone una estética envolvente, fría y cálida a partes iguales y, aunque se aleja de la poética de la original, su propuesta va de la crítica social a la emoción de los personajes en las dos horas y cuarenta de metraja -la única pega de este blockbuster filosófico.
¿Quién tiene más humanidad? ¿los humanos o los replicantes? Los primeros han creado a los segundos para que hagan los trabajos duros, para que vivan explotados, desde que son niños, para producir y ser criados, para servir como señoritas de compañía. Los segundos, creados artificialmente, son capaces de sacrificarse por los demás, como dice la portavoz de un ejército de replicantes a Ryan Gosling: "lo que nos hace humanos es morir por una causa", frente al postulado cartesiano y católico del personaje de Robin Wright, de que lo humano es el alma
Decía Ana de Armas, otra de las protagonistas de la cinta, junto a Harrison Ford o Jared Leto, que era una película sobre la incomunicación. Ella es una prostituta creada por ordenador, para dar compañía al protagonista. Un retrato de las mujeres aterrador y una crítica a ese embobamiento por la belleza y el envoltorio femeninos. Curioso lo de la falta de comunicación como gran mal de la sociedad en este Blade Runner, cuando en su anterior trabajo, La Llegada, Villeneuve defendía que lo que nos hace humanos es la capacidad de comunicarnos a través del lenguaje y llegar a acuerdos para convivir.
En Blade Runner 2049 hay un retrato más que futurista, actual. Tenemos violencia del estado, humana y replicante, hay explotación infantil como las grandes tiendas españolas o americanas, hay falta y exceso dee pertenencia al grupo, hay soledad e incomunicación, prostitutas virtuales, falta de empatía, escasa comunicación a pesar del desarrollo tecnológico y una convivencia sombría. Lo desasosegante es que tras las casi tres horas de película, todo lo que critica está ya entre nosotros. Sin embargo, Villeneuve no es un hombre negativo y la esperanza está siempre en su cine, no tanto al salir de él.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...