La mayoría ruidosa
Hoy, en cualquier caso, conviene citar con provecho a José Bergamín: "Hemos llegado al precipicio, ni un paso más"
La mayoría ruidosa
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Primero la manifestación de ayer, que puede cambiar cosas. De momento, sirvió para empoderar a los constitucionalistas, que llevan seis años perdiendo la calle por incomparecencia. Ayer salieron en una manifestación plural, cargada de banderas de España y de señeras. Puede ser el principio para que quienes han sido abandonados en la orfandad por el gobierno de la nación hagan notar su existencia y sus posiciones. Ya se sabe que la mayoría silenciosa o se convierte en mayoría política o solo sirve a los sociólogos.
Entre los comparecientes en el mitin final, junto a un Vargas LLosa contundente, sobresalió Josep Borrell, quien viene siendo durante estos años quizás la voz más nítida y eficaz en desmontar las falsedades que han articulado los independentistas para llegar hasta aquí. Ayer dictó los titulares al recriminar a las empresas que hoy cambian de domicilio social que no hubieran hablado antes, que se limitaran a expresar sus dudas contra el procés en privado. Y por su parte, Societat Civil se apunta un tanto importante que ahora debe administrar con inteligencia para que la ola transversal de ayer siga viva
Por lo demás, seguimos muy pendientes del carrusel de empresas que se llevan su sede social fuera de Cataluña. La marcha de empresas no va a parar de momento aunque con el tiempo pueda ser un movimiento reversible. Ha sido el golpe más duro contra los independentistas. La inestabilidad y la incertidumbre impactan directamente en el negocio. Y las compañías tratan de salvar los intereses de sus accionistas y clientes. Más allá de dejar en ridículo las aseveraciones de que ninguna compañía se movería de Cataluña, han ocasionado una enorme preocupación entre los ciudadanos, que asisten impávidos a uno de los efectos más claros de ese proceso político y quizás empiezan a poner la razón por delante de la emoción. Es la economía estúpidos, dijo Bill Clinton. Y lo clavó.
Y el martes sabremos si Puigdemont declara o no la independencia de Cataluña. Si lo hace, el Estado actuará , aunque Rajoy continúa escondido tras las metáforas. Y el anuncio terminará probablemente con detenciones y la intervención de la autonomía. Si no lo hace, Puigdemont corre el riesgo de cometer una especie de traición contra los implicados en el proceso, así como contra muchos catalanes que creyendo los mensajes oficiales han dado por hecho que ese momento ha llegado. SI lo hace, todo saltará por los aires. Si no lo hace y retorna a la legalidad habrá margen para seguir caminando y, llegado el momento, buscar soluciones políticas. Y si intenta diferirlo en el tiempo, algo de lo que todo el mundo habla pero nadie parece saber de qué se trata, el procés puede convertirse en una carrera de resistencia. Hoy, en cualquier caso, conviene citar con provecho a José Bergamín: "Hemos llegado al precipicio, ni un paso más"