Me preguntaban ayer: "Toni, si no hubieras sido locutor, ¿qué te hubiera gustado SER?" "Locutora" - respondí.

Madrid

Créanme, es un privilegio poder compartir con ustedes cada mañana un pedazo de vida, es un privilegio asomarse al balcón de la realidad y saludar con la mano a los protagonistas. Créanme que es un verdadero placer.

Aznar nos enseñó que es imposible dirigir un gobierno sin un buen matón y fíjense que se echa de menos, en estos días, ese personaje duro como el pedernal, alguien con los pulmones capaces de inflar el mármol, que diría Alvite, alguien pétreo y afilado que asuma el papel del poli malo. Ahora todos quieren ser los buenos.

Probablemente la clase política sea un perfecto reflejo de quiénes somos nosotros, pero escuchando a unos y a otros, a unos más que a otros, se echa en falta algo más de altura de miras, algo más de capacidad, de inteligencia... Ojo: si el plan es confundir, lo están bordando. El consenso es que en lo formal los políticos actuales son pésimos actores, pero es que también son espantosos cuando no actúan.

¿Qué fue de aquellos dirigentes que sabían que la verdad debe administrarse en pequeñas dosis, para que cuente como un suculento aperitivo previo a las mentiras venideras? Puede que esos grandes pro-hombres y pro-mujeres sean ya sólo parte de la literatura, de la historia engrandecida.

Cuentan que una vez Margaret Thatcher citando la biblia afirmó: "Como dijo Dios, y creo que correctamente"...