El machismo no se rinde
No se me quita de la cabeza que esto del machismo es como la piedra de Sísifo: cuando parece que ya la has empujado, que llegas arriba, ¡patapam! Otra vez abajo
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Madrid
Hay cosas con las que no te puedes descuidar ni un segundo. Ya hace días que lo comentamos –y yo estoy absolutamente convencido– que el escándalo de Harvey Weinstein va a marcar un punto de inflexión en el movimiento por la igualdad y el respeto hacia las mujeres.
Está saliendo tanta porquería sobre este todopoderoso productor de Hollywood, se están acumulando tantas denuncias contra él y está salpicando a tantas estrellas que ya lo podemos considerar casi una catarsis. No sólo en Estados Unidos; en España ha habido actrices que han roto su silencio y han contado episodios tremendos.

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Y no sólo en el cine; es que el Parlamento británico, por ejemplo, vive estos días un auténtico terremoto por los episodios de acoso y abuso sexual que le han costado incluso el cargo a un ministro. Así que un observador pensaría que el viento ha rolado y que sopla con más fuerza a favor de esto que decía antes: a favor de la igualdad y el respeto hacia las mujeres.
Al menos en el plano público, en lo que es más visible; incluso el otro día en Perú, en un concurso de belleza –que también tienen tela esos concursos– las participantes en lugar de sus medidas recitaban cifras de mujeres asesinadas o agredidas. Pero hete aquí que anoche en Milán un sorteo de la ATP, de la Asociación de Tenistas Profesionales, nos ha devuelto a la cruda realidad. En lugar de bolas con los números para el sorteo utilizaron mujeres. O sea, una vergüenza, y una cosa zafia, viejuna, casposa. Pero es lo que hay; y eso es lo triste. La ATP ha pedido disculpas –¡qué menos! – pero a mí no se me quita de la cabeza que esto del machismo es como la piedra de Sísifo: cuando parece que ya la has empujado, que llegas arriba, ¡patapam! Otra vez abajo.
Lo que pasa es que Sísifo se ganó el castigo –dice la leyenda– por asesinar a viajeros y caminantes para aumentar su riqueza. En cambio la mujer, las mujeres, no sólo no son merecedoras de ningún castigo, sino que llevan siglos esperando justicia.
Y hemos avanzado, seguro, pero hay que seguir; no queda otra.




