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Johnny Cash

La fotografía de la venganza de Johnny Cash

Tras conseguir su segundo Grammy junto a Rick Rubin, Cash publicó un anuncio en la prensa contra la industria musical con la icónica fotografía del corte de mangas tomada treinta años atrás

Johnny Cash durante una actuación en el Greek Theatre de Los Angeles, en junio de 1997 / GETTY IMAGES

Johnny Cash durante una actuación en el Greek Theatre de Los Angeles, en junio de 1997

Madrid

Johnny Cash murió el 12 de septiembre de 2003, pero a Cash, en vida, lo habían enterrado varias veces antes de aquel día. La última, y de la que casi no sale, fue a finales de los años ochenta cuando sus discos de aquella década apenas fueron escuchados. Quedó relegado a las emisoras de clásicos y el mundo comenzó a olvidarlo. Johnny Cash tenía 61 años en 1993 y estaba acabado y sin contrato. Pero el viejo Hombre de Negro no se rindió y encontró en el productor Rick Rubin, el tipo detrás del éxito de Beastie Boys o Red Hot Chili Peppers, el sonido ideal para su regreso. “Una persona no puede salvar a otra, pero en este caso casi fue así”, admitió Rossane Cash, hija del cantante, en un documental sobre su padre.

Anuncio publicado por Johnny Cash en la revista Billboard

Anuncio publicado por Johnny Cash en la revista Billboard / JIM MARSHALL

Anuncio publicado por Johnny Cash en la revista Billboard

Anuncio publicado por Johnny Cash en la revista Billboard / JIM MARSHALL

El cantante y el productor se encontraron en un momento especial de sus carreras. Cash estaba marginado y Rubin vivía sus primeros éxitos. “Hasta entonces solamente había trabajado con bandas emergentes y pensé que podía ser interesante hacerlo con un artista maduro, con una leyenda, y Johnny fue el primero que me ve vino a la cabeza”, recordó años después el productor. Rubin decidió ir a ver al músico. Se sentaron cara a cara y tras un largo silencio comenzaron a charlar y conectaron. Rubin convenció a Cash para grabar un disco con él en el salón de su casa. Un disco crudo, sin apenas instrumentación, con versiones de Leonard Cohen, Kris Kristofferson o Tom Waits. Aquel álbum, titulado American Recordings, -como el sello de Rubin- fue el primero de los seis que grabaron juntos hasta la muerte del cantante, dos de ellos llegaron de forma póstuma.

La serie de Cash y Rubin supuso el último resurgir del cantante de Arkansas, su testamento musical. Una colección que llevó al cantante de vuelta al número 1 y a conectar con un nuevo público gracias a las versiones de Beck, U2, Nick Cave, Depeche Mode, Tom Petty o Nine Inch Nails. Ese éxito, además, permitió a Cash cerrar sus heridas con la industria musical a través de una icónica venganza que agrandó su leyenda. Cuando Cash volvió a las tiendas en 1994 con la primera entrega de la serie descubrió que su inesperado regreso no iba a contar con el apoyo de nadie. La industria de Nashville lo ignoró en los premios de la música country y las emisoras de radio no lo ponían. A pesar del enorme álbum que había grabado, Cash se topó con el rechazo de ese Nashville rancio que nunca lo aceptó del todo.

  • American Recordings

Aquello marcó al cantante, pero no lo desvió de su camino. En 1996, Rubin y Cash volvieron al estudio. Esta vez en compañía de Tom Petty and the Heartbreakers, a quienes Rubin también producía, como banda de apoyo. La crudeza de la primera entrega dejó paso a una nueva oscuridad más melódica con temas de Beck, Soundgarden, Fleetwood Mac o el propio Petty. El disco, titulado Unchained, superó en éxito a su predecesor y se llevó el Grammy al mejor disco de country. Sin apoyos de ningún tipo, las nuevas grabaciones de Cash encontraron su propio camino.

Tras ganar el premio, el segundo seguido tras el conseguido en 1995, el músico y el productor se dieron un capricho. Compraron una página entera en el Billboard y pusieron una nota y una foto. La nota decía: “El sello American Recordings y Johnny Cash quieren agradecer su apoyo a la industria de Nashville y a las radios de country”. La fotografía, en blanco y negro, mostraba a Johnny Cash enrabietado haciendo un corte de mangas a la cámara. Esa fue su venganza. Costó 20.000 dólares y mereció la pena, aunque Cash no lo tuviese tan claro. “La primera vez que se lo comenté me dijo que le parecía perfecto”, explicó Rick Rubin en el documental Cash Vs. music row. “Luego me dijo, “no voy a decirte que lo hagas pero desde luego no te diré que no lo hagas”. Hablamos mucho sobre cómo enfocarlo”, añadió el productor.

La fotografía de Cash sacando el dedo se volvió una leyenda. La bofetada a toda una industria por sus formas y el trato a sus estrellas. Esa fotografía, que estuvo escondida durante veinte años, tuvo un resurgir como el del propio Cash. En realidad la imagen fue tomada por Jim Marshall durante el ensayo de la grabación del disco en directo registrado en el presidio de San Quintín el 24 de febrero de 1969. Durante años la fotografía permaneció como parte de la colección personal de Marshall hasta que a principios de los noventa fue parte de una exposición del fotógrafo y más tarde, de un libro. La fotografía comenzó a aparecer en camisetas y pósteres hasta que el anuncio en la prensa la hizo enorme, la imagen más representativa de Johnny Cash, la imagen de su venganza.

 
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