La metáfora de Sijena

Madrid

Igual es por los efectos de “Ana”, la primera borrasca bautizada con nombre propio; o por la epidemia de gripe que nos asalta; o por la inquietud provocada por el sorteo de la Champions, no tengo ni idea. Pero hoy es de esos días en los que cuesta pintar el futuro con un color distinto del negro.

Alguien pensará que es una nimiedad, o que soy un exagerado, pero creo que todo el follón sobre las obras de arte de Sijena que ha desembocado en su traslado forzoso de Catalunya a Aragón por orden judicial supone una metáfora evidente de lo mal que estamos en este país, al menos en algunas cosas. De lo incapaces que somos para resolver conflictos si no es por la vía del enfrentamiento. Y de lo esperpénticos que podemos llegar a ser. Sí, porque toda la cronología de hoy: llegada de la comitiva judicial de madrugada al museo de Lleida, despliegue de Mossos y Guardia Civil, concentraciones de protesta, empujones y cargas, denuncias y contradenuncias: “tú me expolias”, “tú lo robaste antes”.

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Con todo este material berlanga hubiera armado una película fantástica; y seguramente muy triste. No pienso entrar en detalles –importantes, ya lo sé– como que la justicia aún no haya dicho su última palabra porque la sentencia no es firme; o que el traslado se fuerce ahora cuando es el gobierno español quien toma las decisiones políticas en Catalunya en aplicación del famoso –y polémico– artículo 155. No pienso entrar en nada de eso, que cada uno piense lo que le dé la gana, pero me deprime, me cabrea y me frustra que hayamos tenido que llegar a este punto. Incluso un responsable cultural, de la Generalitat se ha permitido el lujo de insinuar que los aragoneses de la franja limítrofe con Catalunya que reciben asistencia sanitaria en Lleida, que bueno, que ya veremos si la siguen recibiendo con esto de las obras de arte. Y mientras desde salamanca aprovechan para reclamar papeles de los archivos: “¡que vuelvan, que vuelvan!”.

En fin, como el zavalita de la novela no sabría decirles en qué momento se jodió el Perú, pero España y Catalunya, y Catalunya y España, juntas, separadas, revueltas o en comandita están –estamos– en un camino que a mí me da bastante miedo y bastante asco.