El gesto de Marilyn Monroe que cambió la carrera de Ella Fitzgerald
La actriz fue clave para que la cantante consiguiese actuar en el club de moda de Los Ángeles, un punto de inflexión en la carrera de Fitzgerald, que nunca volvió a tocar en clubes pequeños
Madrid
En los años cincuenta, antes de que se desarrollase la lucha por los derechos civiles, los negros de EEUU vivían segregados en un mundo pegado al de los blancos pero en paralelos diferentes. En aquella época comenzaron, sobre todo en entornos artísticos, a establecerse las primeras amistades interraciales, relaciones en la que el blanco se convertía en valedor y defensor del negro. Frank Sinatra convirtió a Sammy Davis Jr. en parte del Rat Pack y dio la cara por él cuando su matrimonio con una modelo sueca escandalizó a buena parte de la sociedad estadounidense en 1960. También es de resaltar el trabajo de Sam Phillips, dueño de Sun Records, que antes de dar con Elvis abrió las puertas de su sello a decenas de artistas negros a comienzos de la década. Antes de que el concepto de la igualdad racial calase entre los jóvenes cosmopolitas de los sesenta, hubo gente que miró más allá del color de la piel, gente como Barney Josephson, dueño del Café Society de Nueva York -uno de los primeros locales en eliminar las barreas raciales y en mezclar audiencias- o Norman Granz, fundador del sello Verve y manager de Ella Fitzgerald. Granz siempre trató a sus artistas con enorme respeto y exigía el mismo trato para todos fuesen blancos o negros. Sus artistas viajaban juntos, se hospedaban en los mismos hoteles y entraban a los locales por la misma puerta. Granz se negaba a que sus estrellas tuviesen que entrar en las salas por la puerta de atrás. Estas personas fueron cambiando el panorama racial en el mundo del arte. Algunas dando la cara, otras con pequeños gestos.
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Uno de esos pequeños pero significativos gestos es el que tuvo Marylin Monroe con su venerada Ella Fitzgerald. En 1955, la cantante de Virginia visitaba Los Ángeles y quería tocar en el Mocambo, el local de moda en la cuidad, la sala de fiestas donde solían hacer noche Sinatra, Bogart, Bacall y todo el famoseo de Hollywood. Pero en el club no querían contratar a Ella, su música no encajaba con el estilo de la sala y el hecho de que fuese negra tampoco ayudaba, aunque con anterioridad hubiesen actuado en Mocambo estrellas de color como Eartha Kitt o Dorothy Dandridge. Pero Marilyn quería que Ella tocase allí. La actriz descolgó el teléfono y llamó al dueño de la sala. Monroe avaló a Fitzgerald y prometió al dueño del local que siempre que la de Virginia cantase en el Mocambo ella estaría en primera fila. En 1953, Monroe era la mayor Estrella de Hollywood –ese mismo año estrenaría Los caballeros las prefieren rubias- y la mejor publicidad posible para cualquier local. Charlie Morrison y Felix Young aceptaron el trato con Monroe, un trato que cambió la carrera de Fitzgerald.
La noche de marzo en la que Ella Fitzgerald se subió al escenario del Mocambo, el local estaba repleto con todas las grandes estrellas de la cuidad en los mejores asientos. Nadie que fuese alguien se perdió la cita, salvo Monroe, que estaba en Nueva York. A pesar de ello, la velada fue un éxito para la cantante. “Después de aquello nunca volví a tocar en pequeños clubes de jazz”, confesó Ella en una entrevista de 1972. “Le debo mucho a Marilyn Monroe, gracias a ella toqué en el Mocambo. Marilyn fue una mujer inusual que estaba adelantada a sus tiempos aunque ella no fuese consciente”, recordó la cantante.
Tras aquella velada la carrera de Fitzgerald siguió creciendo de la mano de Norman Granz. En 1956 llegó a las tiendas Ella Fitzgerald Sings the Cole Porter Song Book, uno de los discos de jazz más exitosos de todos los tiempos, para entonces Ella tenía abiertas las puertas de todas las grandes salas del mundo y en parte por aquel gesto de su admiradora más influyente.
El sábado 30 de diciembre (a las 15h) Ella Fitzgerald será la protagonista del último Sofá Sonoro del año