¿Por qué nos hurtan las encuestas?

Madrid

Hoy se publican las últimas encuestas sobre las elecciones catalanas. Desde mañana rige la prohibición de difundirlas cinco días antes de los comicios, una restricción de nuestra Ley Electoral que también incluye la absurda jornada de reflexión. Ambas medidas destilan un rancio paternalismo impropio en una sociedad democrática madura, un afán protector de un legislador aristocrático que considera a los ciudadanos poco menos que menores volubles e influenciables.

La norma ataca el derecho constitucional a difundir y recibir libremente información, sin poder restringirse mediante ningún tipo de censura previa. Y es difícil encontrar censura más perfecta que la prohibición. Pero además impide que los electores conozcamos informaciones que sí tienen los candidatos, porque los partidos siguen haciéndolas para su disfrute hasta la víspera electoral. Países como EE.UU., Gran Bretaña, Holanda y Alemania, de cuyo pedigrí democrático no dudaremos, no tienen ningún tipo de restricción. Y nuestro absurdo patrio se perfecciona en la aldea global, dándose la paradoja de que atravesando la frontera otros sí que pueden publicar lo que a nosotros nos vedan. Lo que viene siendo poner puertas al campo. Así que, o se creen que somos tontos o quizás ellos lo sean. Sin necesidad de encuestas, no encuentro otras opciones.