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El carnaval: una necesaria catarsis de risas

Expertos advierten de una hipersensibilización social ante la sátira y reivindican el valor de ser capaz de reírse de uno mismo

Parodia del franquismo en los tradicionales carnavales del Toro de Ciudad Rodrigo / J.M.GARCIA EFE

Madrid

Frágiles como un copo de nieve, incapaces de hacer frente a la frustración, jóvenes muy susceptibles que no aceptan que se desafíe su visión del mundo y, por ir incluido en el mismo paquete emocional, tampoco la broma, la parodia, la sátira de sí mismos.

Es lo que apuntan psicólogos y sociólogos en todo el planeta de la generación también denominada 'millenial', que ha crecido al calor de las nuevas tecnologías y a la que ahora bautizan como la 'snowflake', copo de nieve en nuestra lengua. Sin embargo, algunos expertos consideran que la ansiedad de este grupo responde en buena medida a su situación profesional y a que su capacitación con la tecnología no casa bien con muchas de las viejas prácticas de las empresas en que se integran.

Otros señalan que su hipersensibilidad ante las bromas no se circunscribe únicamente a ellos. Gran parte de nuestra sociedad ha reducido en los últimos tiempo su tolerancia ante la parodia. Es la opinión del antropólogo y etnopsicólogo Josep María Fericgla. "Yo diría que este problema se ha agudizado en los últimos años porque es tal la tensión en que vivimos, que la propia tensión no nos deja relajarnos, y para reír hay que estar relajado. Para reír de una forma saludable uno tiene que parar y predisponerse a contar chistes o hacer bromas. De manera que la propia actividad que uno genera o la del contexto en el que está le ayude a descargarse de estas tensiones a través de la risa".

El carnaval es la época de sátira por excelencia, que hunde sus raíces en las primeras festividades romanas. Su carácter protestatario se incrementa en la Edad Media y adquiere todo su significado como forma de lucha y descarga de las presiones sociales, especialmente la desigualdad. La profesora de psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Aina López, señala que "los estudiosos del carnaval han destacado que su aparición tiene sentido justamente cuando surge una sociedad de clases y se empiezan a crear distancias entre los miembros de una misma comunidad: Esas distancias quedan rotas en carnaval gracias al fenómeno festivo, por eso uno siempre se disfraza de lo que no es".

A pesar de esta naturaleza del carnaval, varias han sido las polémicas que lo han rodeado recientemente. Desde la imputación, archivada después, a un concejal de A Coruña por mostrar en un cartel el dibujo de un hombre disfrazado de Papa bebiendo, hasta las reacciones contra las chirigotas de Cádiz.

Los expertos aseguran que las sociedades actuales tienden a provocar una gran represión de nuestros sentimientos y que por eso es necesario generar espacios que permitan una catarsis interna. El carnaval ha representado tradicionalmente uno de estos momentos. "Todas las sociedades de la humanidad en todas las regiones de la tierra han tenido su momento de catarsis anual y a veces más de uno, entendida en su forma estrictamente lingüística como una descarga de presiones emocionales", explica Fericgla.

Además de herramienta de descarga, el humor ha jugado un papel de desafío a las élites y de resitencia popular desde la antigüedad, ocupando un espacio de gran relevancia, un lugar tan elevado como las más altas ceremonias. "Lo que parece es que en las sociedades primitivas lo serio siempre ha ido acompañado de lo jocoso. De hecho, cuando se alababa en Roma la llegada de un militar, se hacía la albanza del personaje al mismo tiempo que se procedía a su escarnio", señala la socióloga.

La intervención de la justicia

El dibujante y humorista Darío Adanti reclama que cualquiera pueda hacer sátira y disfrazarse de cualquier cosa y que la justicia no debe intervenir. "Nunca, siempre libertad de expresión, dentro de un contexto, claro. Pero cuando tú lo publicas en tu revista, en tu muro o lo muestras en tu espectáculo, si a alquien no le gusta que no vaya a verlo. Porque si no entonces nos quedamos sin Houllebecq, sin Lolita de Nabokov... Empezamos a prohibir cosas que puedan ofender y hasta la gran novela de Mark Twain, Huckellberry Finn, que al final es la historia de un esclavo y un mendigo, ¿no?".

Adanti apunta que corremos el peligro de convertirnos es una sociedad ególatra que no quiere ver que el rey está desnudo y defiende la idea del humor como un pacto entre el que hace el chiste y quien lo recibe, aunque el premio de la sátira está en molestar un poco.

"La sátira es un estilo humano muy interesante porque, de entrada, exige inteligencia, poder ver lo que hay detrás de las apariencias y esto es muy saludable. Por eso en estos días de carnaval lo mejor que uno puede es vivir el carnaval, empezando por satirizarse a uno mismo", concluye Fericgla.

 
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