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La firma de Iñaki Gabilondo

Un dedo acusador

La política nos ha perdido el respeto. Ha olvidado que somos su razón de ser. Cegada hipnóticamente por sus cálculos e intereses internos ha olvidado los nuestros, y nosotros lo permitimos

Iñaki Gabilondo

Iñaki Gabilondo

Madrid

¿Existe alguna actividad que pueda permitirse el bajísimo índice de productividad de la política española? ¿Cuántos reajustes, cuántos despidos se habrían producido en cualquier empresa con ese índice de productividad? El Parlamento es un buque encallado. Ni el Gobierno puede poner en marcha iniciativas ni Ciudadanos, que no para de criticar al PP pero le protege por sistema, permite que los ponga en marcha la oposición.

Cataluña se ha enredado en un nudo político-jurídico que bloquea el menor movimiento. Los independentistas, enfrentados, se neutralizan entre sí y el mayor problema del Estado se pudre. El Gobierno apenas araña la superficie de las cuestiones nacionales sin intentar siquiera bordarlas en serio, mientras convive sin inmutarse con la corrupción más viscosa cada día.

La política nos ha perdido el respeto. Ha olvidado que somos su razón de ser. Cegada hipnóticamente por sus cálculos e intereses internos ha olvidado los nuestros, y nosotros lo permitimos. La presión social es insignificante. Miren ustedes, el día 20 de enero, cuando el desacuerdo presupuestario provocó el llamado cierre de gobierno en Estados Unidos, las televisiones de todo el país fijaron en un ángulo de sus pantallas un contador que iba marcando en horas, minutos y segundos la duración de esa parálisis. Era un dedo acusador permanente que recordaba a los políticos su responsabilidad y que les hacía sentir el aliento social en su cogote.

Ya sé que en Estados Unidos ese cierre tiene repercusiones de impacto directísimo, por ejemplo en el salario de los funcionarios, y que entre nosotros los efectos de los bloqueos y de la nula productividad son menos visibles. Pero hemos de admitir que en este país tenemos por costumbre muy arraigada vociferar mucho y reclamar poco. En España un contador como el americano estaría señalando no días ni meses, estaría señalando años.

Un dedo acusador

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