Esperando al buen juicio
Por el momento, el buen juicio no parece regresar. El que regresa es Wert, con un regalo póstumo envenenado para Rajoy, en el peor de los momentos y en su tema más delicado
Cuando la confianza se ha se ha perdido ya no son posibles los arreglos, sólo caben los apaños. Y cuando incluso estos quedan descartados, porque la política ha sido abandonada, no queda más herramienta que la ley. Ahora bien, como al derecho le gustaría ser una ciencia exacta, pero tiene mucho de interpretativa, dicta y certifica sin que por eso se zanjen los problemas, y mucho menos cuando son de matriz política, y llegan a los tribunales cargados de prejuicios.
El Constitucional acaba de anular los artículos de la Ley Wert que pretendían financiar con dinero público a los colegios privados que escolarizaran en castellano. Un regalo póstumo envenenado del ex ministro que, después de destrozarlo todo durante su gestión, regresa del pasado para asestar a Rajoy un directo en la boca del estómago en el peor de los momentos y en su tema más delicado. Una decisión que, por otra parte, celebran con aplausos los mismos que se tomaron por el pito del sereno muchos otros fallos del Constitucional.
¿Qué puede hacerse cuando ni los arreglos ni los apaños son posibles y la ley no es recibida como árbitro pacificador sino como un actor beligerante más? Pues no demasiado, francamente, salvo esperar que regrese el buen juicio. Y como primera providencia, baje de las nubes al soberanismo, acabe con la fantasmagoría de los símbolos, constituya un gobierno real y legal y se ponga a trabajar. Por el momento, el buen juicio no parece regresar. El que regresa es Wert.
Esperando al buen juicio
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