Estoy nervioso
Es posible que a quienes hoy denigran esta jornada de protesta con el argumento de que se quiere enfrentar a mujeres contra hombres, ya se les haya caído entonces la venda de los ojos, o la cara de vergüenza
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Madrid
Lo iba notando desde hace días pero creo que no ha sido hasta hoy que me he dado cuenta; o que lo he reconocido: estoy nervioso. Tengo ese hormigueo, ese runrún típico de cuándo sabes que va a ocurrir algo especial. Y lo de mañana lo es, sin duda.
Creo que a estas alturas ya está casi todo dicho sobre la huelga feminista. “Feminista”, por cierto, que es algo que a la ministra de igualdad no le gusta porque dice que es una etiqueta; lo cual no deja de ser chocante si recordamos cuál es la definición que la RAE hace de “feminismo”; dice: “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. Nada más. ¡Y es la ministra de igualdad!
Pero, bueno, a lo que iba: que ya está todo dicho, que cada uno piense y diga lo que le parezca oportuno, pero yo tengo –ya lo tenía, pero ahora más– tengo el convencimiento de que estamos abriendo una página de la historia. Por eso estoy nervioso. Y creo que somos afortunados –y afortunadas– y que dentro de unos años podremos contar a nuestros hijos o a nuestros nietos: “yo estuve ahí”. Es posible que a quienes hoy denigran esta jornada de protesta con el argumento de que se quiere enfrentar a mujeres contra hombres, ya se les haya caído entonces la venda de los ojos, o la cara de vergüenza. Pero lo que lamento de verdad es que no sean conscientes de que el tren de la historia les va a atropellar.
Esto que está ocurriendo no es una escaramuza política ni un subidón colectivo de aquellos que desaparecen en dos días. No, esto es algo muy serio, que se venía fraguando desde hace tiempo y que no termina mañana, porque va a haber que seguir picando piedra, seguro, ya lo sé. Pero no tiene vuelta atrás.
Los tiempos están cambiando. Y es una pena –o una tontería– no darse por aludidos.