Hendrix y el milagro de los panes y los peces
El músico, que solamente editó tres discos de estudio en vida, regresa a las tiendas con 'Both sides of the sky'
Madrid
Jimi Hendrix se ganó a pulso entrar en el maldito Club de los 27, esa funesta hermandad de los artistas que no llegaron a cumplir los veintiocho, pero con los años también ha terminado formando parte de otro aciago club, el de los músicos que han publicado más tras su muerte que en vida.
Este año ha llegado a las tiendas Both sides of the sky, un interesante álbum que recoge sus grabaciones junto a lo que se bautizó como Band of Gypsys, la línea más blusera que el de Seattle había tomado tras la disolución de Jimi Hendrix Experience y con los que publicó un álbum en directo unos meses antes de su fallecimiento en septiembre de 1970.
Esta nueva entrega, compuesta por temas inéditos limados por el ingeniero habitual de Hendrix, llega tras unos años de ausencia de las tiendas. No muchos, pero sí los necesarios para que hubiese ganas de escuchar de nuevo a Jimi, que con este álbum supera ya a la docena de entregas póstumas, a lo que habría que añadir otra decena de discos en directo. La colección de álbumes editados tras la muerte de Hendrix resulta llamativa, no tanto por su calidad como por la cantidad. El guitarrista editó en vida tan sólo tres discos de estudio y lo hizo en apenas año y medio. Diecisiete meses en los que Jimi Hendrix creó un nuevo lenguaje para la guitarra y redefinió el rumbo del Rock and Roll. Tras la muerte del músico de Seattle, el goteo de lanzamientos ha sido constante, pero pocos responden a la pregunta más importante: ¿hacia dónde iba la música de Hendrix? La docena de discos póstumos recogen grabaciones y bocetos que el guitarrista registró entre 1968 y 1970, pero viendo su capacidad evolutiva pocas de estas canciones sirven para esbozar un camino. Por otro lado, cuesta creer que un artista tan perfeccionista hubiese autorizado publicar sus bocetos, sus garabatos de seis cuerdas aunque a los mandos de estas grabaciones este alguien de su confianza como Eddie Krammer.
Debates y preguntas al margen, la última entrega de Hendrix es un disco tan innecesario como placentero y con un altísimo nivel musical que lleva a pensar que las sobras de algunos serían caviar en las mesas de otros. Las once composiciones de este nuevo álbum elevan y resarcen de cualquier mal y son ese medicamento tan necesario que fue siempre el buen Rock and Roll, más aún cuando tiene componentes de ese elixir que fue el blues. El álbum, que cierra la inventada trilogía de los Gitanos, no añade nada nuevo ni puede competir con los trabajos de estudio de Hendrix, pero cumple varias funciones: seguir trayendo dinero a la casa de los herederos, mantener vivo el sonido de la guitarra de Jimi y posibilitar que los chavales raritos que todavía compren discos encuentren -en las poquitas tiendas que nos quedan- este álbum y descubran a Jimi. Nunca un disco tan innecesario resultó tan importante.